La democracia es un conglomerado de mitos. Es un relato que nos hemos contado a nosotros mismos, una ficción, un cuento chino que nos ayuda a tener fe en el sistema en el que vivimos, y nos hace creer que todos somos iguales y libres. No solo nos creemos poseedores de derechos y libertades plenos, sino que además creemos en el progreso y el desarrollo, y respiramos aliviados pensando que vivimos en paz, que los gobernantes elegidos saben lo que hacen, que los medios nos cuentan la verdad.
Las biblias de las democracias son la Declaración Universal de Derechos Humanos y las Constituciones de cada país. Leerlas es algo parecido a sumergirse en un cuento de hadas, lo que da pie a preguntarse por qué los gobernantes elegidos hacen todo lo contrario de lo que dicen estas “leyes supremas”.
Lo peligroso de vivir bajo el mito de la democracia es pensar que tanta injusticia, tanta desigualdad y tanta violencia son excepciones inevitables. Pero la masa de pobres que habita la Tierra no es cosa del destino; es una realidad política que podría cambiarse. Seguimos tranquilos, entretenidos con el consumo de bienes y productos culturales, creyendo que la democracia capitalista es un espacio de desarrollo, diálogo y estabilidad política.
Sin embargo, a medida que el Estado se diluye bajo el poder de los mercados, la crisis va aumentando la riqueza de unos pocos y la pobreza de la gran mayoría. En estos tiempos de recortes, los gobiernos salvan bancos y los bancos desahucian a las personas.
El espejismo de la democracia se evapora mientras avanza el fascismo en forma de recortes de derechos y libertades fundamentales. Prueba de ello son las protestas ciudadanas que se producen a diario en todos los países democráticos; las calles se llenan de descontentos que desean ser escuchados y tenidos en cuenta. Los gobiernos escuchan solo a los mercados.
Veamos los mitos principales de las democracias capitalistas:
-Mito de la Paz: desde esta perspectiva, la guerra es algo que pasa en países remotos a gentes que no nos importan. Nuestras tropas realizan trabajos de “pacificación” en esos países en guerra. Con nuestros impuestos pagan las bombas que tiran en las ciudades los organismos de paz internacionales.
- Mito de la Libertad. Creencia ciega en la idea de que tenemos libertad para estudiar y elegir la profesión que queremos ejercer, para amar a quien deseamos, para comprar y vender, para prosperar en la vida, para caminar por la calle o para viajar por el mundo. Sin embargo, sin dinero no se puede viajar, de modo que la libertad no sirve sin igualdad. Circula el dinero, pero las fronteras están cerradas para las personas. La libertad es más una sensación colectiva que una realidad, porque existe una gran cantidad de humanos viviendo entre muros, alejados de la sociedad, pudriéndose en las cárceles. Y otros cuantos que viven esclavizados por sus tarjetas de crédito, sus deseos, sus necesidades.
- El mito de la Igualdad consiste en la creencia de que todos y todas somos iguales independientemente del género, edad, condición socioeconómica, profesión, procedencia, etnia, religión, idioma, orientación sexual, etc. Pero la realidad es que los ricos tienen unos privilegios que no tienen las mayorías y que la ley no es igual para todos. El 99% de la población tiene que trabajar muchas horas de su vida para subsistir y pagar facturas. El consumo nos esclaviza, y no todos somos iguales. Las mujeres lo tienen peor que los hombres, las mujeres pobres peor que las mujeres de clase media y alta, las ancianas peor que las jóvenes, y las negras peor que las blancas. Los derechos humanos de la gente diversa, diferente, migrante, etc. son violados a diario; por eso existen tantos colectivos y organizaciones luchando por la dignidad humana y los derechos fundamentales.
-Mito del Derecho a la Información. Los grandes grupos mediáticos ocultan o invisibilizan información que vaya en contra de los intereses de determinados grupos políticos y empresariales; las redes sociales son censuradas cuando promueven actos de protesta, cuando sirve se utiliza para organizarse políticamente o cuando se difunden informaciones invisibilizadas por el poder político y mediático.
-Mito de la Justicia. Creencia ciega en la idea de que los y las jueces no son humanos, jamás se corrompen, poseen el don de la arbitrariedad y la objetividad, y siempre dictan a favor de las víctimas y contra los delincuentes. La realidad es que la mayor parte de los condenados a muerte en EEUU son negros, hispanos o pobres, y que quien tiene dinero se paga un buen abogado y lo que haga falta. Aunque te caen los mismos años de cárcel por robar 10 millones de euros de las arcas públicas que por robar un celular o una televisión, la gente cree que existe una ley universal que logra que al final se haga justicia, o cree en el día del Juicio Final, que pondrá a todo el mundo en su sitio.
-Mito del Derecho a la Educación y la Sanidad. En países democráticos como Chile los estudiantes no pueden acceder a la Universidad por su alto coste; en países democráticos como EEUU los pobres se mueren por no tener dinero para obtener un diagnóstico, operarse o acceder a tratamientos.
-Mito del Derecho a Protestar y manifestarse libre y pacíficamente por las calles. Si fuese un derecho verdadero, la policía se dedicaría a facilitar y defender ese derecho a protestar. Y sin embargo, en casi todas las democracias ejercen la violencia contra la ciudadanía, bien desde dentro (disfrazados de paisanos violentos), o bien a cara descubierta, dando palos a diestro y siniestro, practicando detenciones, o gaseando al personal. La tortura y los asesinatos que se practican en los calabozos de las comisarías también convierten este derecho en un mito universal. Ya se están aprobando leyes en Europa que limitan este derecho gravemente: serán castigados los que convoquen protestas por internet, y los que se atrevan a acampar en medio de la ciudad.
-Mito de la Libertad Religiosa: Países que se declaran aconfesionales sufren aún la tremenda influencia de la Iglesia Católica, que no sólo opina en los medios de comunicación sino que además recibe sustanciosas sumas de dinero del Estado. La Iglesia tiene la potestad para “negociar” con los gobiernos diversos temas, especialmente en todo lo que concierne a restringir o eliminar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y los derechos fundamentales de las lesbianas, gays y bisexuales. Sucede lo mismo con otras religiones en otros países, sean o no democráticos.
Escrito por: Coral Herrera Gómez
Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual http://coralherreragomez.blogspot.com/
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