La noticia del día es la designación de Miguel Roca como abogado defensor de Cristina de Borbón. Conociéndole a Miguel Roca como le conozco me imagino que habrá aceptado con las seguridades que le habrán dado de una justicia no rigurosa con la hija del rey. Eso de la justicia igual para todos y estaréis juntos en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas que les dijo el obispo de Barcelona a la pareja en 1997, es más propio de un cuento de hadas que de la impura realidad.
Miguel Roca es un referente político de la transición a quien he definido como un magnífico parlamentario pero pésimo político. La operación Roca fue un desastre y su candidatura a la alcaldía de Barcelona fue lo que le llevó a abandonar la política. No perseveró como Trias. Lo suyo solo es ganar y nunca ganó ni el ser designado sucesor de Pujol. Su elección juega con ese intangible de usar el catalanismo, al decir que si Roca defiende a Cristina es que ésta es inocente, de que la Casa Real va a por todas, de que Roca si arriesga no pierde. Desde luego lo ha perdido siempre todo aunque en este caso, que no depende tanto de el sino de un juez favorable, pueda ganar. La pérdida del caso sería para su figura un gran lunar y no digamos para Zarzuela.
El hecho de que Roca se preste al juego explica muy bien el mal trabajo hecho por el catalanismo político en la transición. Roca quiso ser una figura española más que un nacionalista catalán defendiendo Catalunya. Y así les fue. Una financiación desastrosa, un estatuto peor que el vasco. Y es que Roca siempre ha jugado a ponente español no a catalán ejerciente. Si Alcalá Zamora le dijo a Cambo que tenía que elegir entre ser el Bismarck de España o el Bolívar de Catalunya, Roca siempre eligió ser el Bismarck de España. Y esta aceptación así lo demuestra. Un nacionalista vasco jamás hubiera aceptado este papelón. Nunca jamás. Y por eso tenemos Concierto y desgraciadamente ellos no.
Estuve con él hace quince días cuando presentó a Duran en los desayunos del Ritz. De su breve intervención solo me quedó que pidió diálogo entre las dos orillas. No se mojó en nada más. Ponía su nombre, que en Madrid abre puertas, pero nada más. Al despedirme le dije, "Miguel, siempre lo mismo" y sonrió.
La apuesta de la Casa Real es arriesgada aunque fuerte. Y establece una diferencia de trato. Iñaki es el plebeyo y carne de Alcalá Meco, Cristina es la hija del rey y por tanto intocable. Como en la Edad Media. No sé como un matrimonio bien avenido puede resistir semejante embate de querencias y desigualdades. Yo en el caso de Urdangarin hablaría claro y les diría la verdad. "Miren ustedes. Lo que hicimos fue hecho con el conocimiento del rey y de sus colaboradores.
Yo me tenía que ganar la vida y viendo como actuaba su Majestad y que nadie le decía nada entendí que presentar una tarjeta de Duque de Palma abría todas las puertas del reino. Y lo veía con Don Juan Carlos y sus negocios, sus Corinas, sus regalos, su doble vida. Mi pecado fue hacer lo que hacia mi suegro. Y eso sí. Mi mujer estaba al tanto de todo. ¿Como si no íbamos a comprar la casa de Pedralbes?. Ella no es tonta y colaboraba conmigo. Sin ella no hubiera podido hacer nada".
Y un apunte final.
Las declaraciones de Margallo sobre el daño a la Marca España y pidiendo impunidad para Cristina y las de Martínez Pujalte acusando al juez Castro de protagonismo son propias de una democracia enferma como es la española. Da asco. ¿Qué sentido tiene esta gente de la decencia, de la justicia y de la democracia?.
Veo esto muy mal. Cristina va a salir incólume porque Roca al aceptar el caso, ha puesto esta condición. Él, a su edad, no puede permitirse un fracaso que sería también el de la monarquía. Una Monarquía corrupta. Estamos pues ante la España cañí de siempre. Nada nuevo bajo el sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION