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domingo, 9 de junio de 2013

HUMILLADOS Y OFENDIDOS * Dejar en manos de los políticos el incremento anual de los ingresos de millones de pensionistas es una medida que agrede el sentido común y nos convierte en vasallos más rotundos e irremediables de lo que ya somos

HUMILLADOS Y OFENDIDOS
Dejar en manos de los políticos el incremento anual de los ingresos de millones de pensionistas es una medida que agrede el sentido común y nos convierte en vasallos más rotundos e irremediables de lo que ya somos, pues la variación estará basada a partir de ahora en la engañosa contabilidad y en la lejanía o proximidad de las convocatorias electorales, aprovechadas para ofrecer unas décimas de aumento que puedan ser intercambiadas por papeletas en las urnas. Un colectivo tan frágil como el de los pensionistas no puede depender cada año del insensato que gobierne ni de las alteraciones económicas tan frecuentes en una economía de mercado, sino de una fórmula que garantice no ya su mera supervivencia, sino su merecida dignidad, pues quien trabajó durante décadas y financió durante años el sistema establecido no puede ver compensado su esfuerzo de este modo miserable y homicida, tan propio de quienes gobiernan en estos tiempos deslegitimados e inmorales. Si hasta los últimos años de la vida de un trabajador están en función de la mentira constante de quien ocupa un escaño, significa que debemos plantearnos de nuevo una estructura política y social que nos humilla, nos menosprecia y nos ignora. Buenos días, lectores.

HUMILLADOS Y OFENDIDOS


El Noticiario Crítico

Dejar en manos de los políticos el incremento anual de los ingresos de millones de pensionistas es una medida que agrede el sentido común y nos convierte en vasallos más rotundos e irremediables de lo que ya somos, pues la variación estará basada a partir de ahora en la engañosa contabilidad y en la lejanía o proximidad de las convocatorias electorales, aprovechadas para ofrecer unas décimas de aumento que puedan ser intercambiadas por papeletas en las urnas.


 Un colectivo tan frágil como el de los pensionistas no puede depender cada año del insensato que gobierne ni de las alteraciones económicas tan frecuentes en una economía de mercado, sino de una fórmula que garantice no ya su mera supervivencia, sino su merecida dignidad, pues quien trabajó durante décadas y financió durante años el sistema establecido no puede ver compensado su esfuerzo de este modo miserable y homicida, tan propio de quienes gobiernan en estos tiempos deslegitimados e inmorales.


 Si hasta los últimos años de la vida de un trabajador están en función de la mentira constante de quien ocupa un escaño, significa que debemos plantearnos de nuevo una estructura política y social que nos humilla, nos menosprecia y nos ignora. Buenos días, lectores.










 

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