Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


domingo, 9 de junio de 2013

PERIKO SOLABARRIA, UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO

PERIKO SOLABARRIA, UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO

No sé qué opina Periko sobre la muerte, pero no parece un hombre viejo, sino alguien que aún puede recorrer largos trechos y hacer muchas cosas. No creo que experimente ese anhelo de inmortalidad tan arraigado en Unamuno por un egotismo autocomplaciente. Hace falta mucha vanidad para desear la eternidad personal, pues significa una interminable convivencia con nosotros mismos. Si Periko fantaseara con la inmortalidad, no sería por apego a su yo, sino por apego a los otros, por su voluntad de aliviar el dolor del pobre, el paria y el enfermo. Periko sólo presume de ser “peón de la construcción”. No le mueve el afán de protagonismo, sino la determinación de ser uno más en la trinchera, luchando contra la explotación laboral, el paro, la exclusión, los desahucios, el machismo, la homofobia, el racismo, la tortura o el maltrato de los animales. Hijo de un minero y una empleada de hogar, fue uno de los primeros curas obreros. Se quitó la sotana para desempeñar las tareas más penosas. Ha participado en las obras de la Universidad del País Vasco, el Puente de Rontegi, el túnel del Malmasin y el tren de bandas de Altos Hornos de Vizcaya. Nunca ha disfrutado de un contrato indefinido y, durante mucho tiempo, vivió en un sótano húmedo y oscuro. Su exposición al frío y la lluvia en las obras al aire libre le provocó una afección respiratoria crónica. Ningún obstáculo ha logrado aplacar su espíritu combativo ni su optimismo contagioso. A su lado, es difícil no pensar en la mesa compartida de la que habla Jon Sobrino: la utopía de “lo bello, lo justo y lo fraterno”. Es uno de esos imprescindibles a los que alude Bertolt Brecht como vanguardia de la revolución socialista. Lleva luchando toda la vida. Sus 83 años no le impiden salir a la calle para acudir a cualquier movilización. Su participación en un piquete de huelga y en una sentada contra unos despidos le ha costado una lesión en el brazo derecho y una operación de cadera. Durante su estancia en el hospital, no interrumpió su militancia, sumándose a las protestas contra los recortes en la sanidad pública. Se colgó del cuello un letrero con unas tijeras negras y se mezcló con los médicos, las enfermeras y el personal no sanitario, que luchaban contra las políticas de austeridad. Espero que Periko cumpla cien años y continúe infundiéndonos esperanza y rabia para luchar por un mundo más compasivo y solidario. 

Con @[100003012300239:2048:Natalia Baras] y @[100002138953482:2048:Periko Solabarria]


PERIKO SOLABARRIA, UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO

No sé qué opina Periko sobre la muerte, pero no parece un hombre viejo, sino alguien que aún puede recorrer largos... trechos y hacer muchas cosas. No creo que experimente ese anhelo de inmortalidad tan arraigado en Unamuno por un egotismo autocomplaciente. Hace falta mucha vanidad para desear la eternidad personal, pues significa una interminable convivencia con nosotros mismos.
 
 
Si Periko fantaseara con la inmortalidad, no sería por apego a su yo, sino por apego a los otros, por su voluntad de aliviar el dolor del pobre, el paria y el enfermo. Periko sólo presume de ser “peón de la construcción”. No le mueve el afán de protagonismo, sino la determinación de ser uno más en la trinchera, luchando contra la explotación laboral, el paro, la exclusión, los desahucios, el machismo, la homofobia, el racismo, la tortura o el maltrato de los animales.
 
 
 Hijo de un minero y una empleada de hogar, fue uno de los primeros curas obreros. Se quitó la sotana para desempeñar las tareas más penosas. Ha participado en las obras de la Universidad del País Vasco, el Puente de Rontegi, el túnel del Malmasin y el tren de bandas de Altos Hornos de Vizcaya. Nunca ha disfrutado de un contrato indefinido y, durante mucho tiempo, vivió en un sótano húmedo y oscuro. Su exposición al frío y la lluvia en las obras al aire libre le provocó una afección respiratoria crónica. Ningún obstáculo ha logrado aplacar su espíritu combativo ni su optimismo contagioso.
 
 
 
 
 
A su lado, es difícil no pensar en la mesa compartida de la que habla Jon Sobrino: la utopía de “lo bello, lo justo y lo fraterno”. Es uno de esos imprescindibles a los que alude Bertolt Brecht como vanguardia de la revolución socialista. Lleva luchando toda la vida. Sus 83 años no le impiden salir a la calle para acudir a cualquier movilización. Su participación en un piquete de huelga y en una sentada contra unos despidos le ha costado una lesión en el brazo derecho y una operación de cadera.
 
 
 
Durante su estancia en el hospital, no interrumpió su militancia, sumándose a las protestas contra los recortes en la sanidad pública. Se colgó del cuello un letrero con unas tijeras negras y se mezcló con los médicos, las enfermeras y el personal no sanitario, que luchaban contra las políticas de austeridad. Espero que Periko cumpla cien años y continúe infundiéndonos esperanza y rabia para luchar por un mundo más compasivo y solidario. 
 
 
 

 

 El cura hijo de minero y una empleada del hogar que sigue luchando por los derechos de los demás.
 
 Un texto del profesor
 
Rafael Narbona





 

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