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domingo, 3 de noviembre de 2013

Carne de carretera * El pasado 23 de septiembre se suicidó Adriana, a quien los Mossos habían multado cinco veces, arrojándose de un puente a escasos metros de donde esperaba a sus clientes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carne de carretera

 


El pasado 23 de septiembre se suicidó Adriana, a quien los Mossos habían multado cinco veces, arrojándose de un puente a escasos metros de donde esperaba a sus clientes. Su marido la prostituía desde los 16 años. Nadie ni nada en su entorno logró sacarla de la explotación sexual a la que era sometida. Tampoco la administración, que solo se preocupó de multarla.



A Adriana D. la multaron los Mossos d’Esquadra por ejercer la prostitución. Al menos cinco veces, los agentes se acercaron al arcén de la C-58 en el que se prostituía, le pidieron su documentación y la sancionaron por ofrecer servicios sexuales en la carretera.



Adriana se suicidó el pasado 23 de septiembre, tirándose por el puente que tenía a escasos metros de donde plantaba a diario la silla de plástico. Su marido la prostituía desde los 16 años. Nadie ni nada en su entorno logró sacarla de la explotación sexual a la que era sometida. Tampoco la administración lo detectó a tiempo, a pesar de las cinco multas de los policías que se pararon frente a su silla de plástico.



Desde el verano de 2012 los Mossos d’Esquadra sancionan a las mujeres que venden su cuerpo en los arcenes de las carreteras catalanas y estatales, con multas que pueden llegar a los 30.000 euros.



"Es hipocresía política. Se preocupan por multarlas, pero no de saber si necesitan ayuda", aseguran fuentes policiales que se dedican a luchar contra los grupos que explotan sexualmente a mujeres. "Las prostitutas callejeras son marginadas por todo el mundo, por sus proxenetas, por sus clientes y por otras mujeres que ejercen la prostitución en clubes que las consideran inferiores. Multarlas las margina y las victimiza más", afirman esas mismas fuentes.



Adriana formaba parte de un grupo de 200 mujeres que fueron explotadas sexualmente por un mismo clan de proxenetas. La semana pasada, la policía informó de su desarticulación y de la detención, entre otros, del marido de Adriana. Ella llevaba desde los 16 casada con él y tenían un hijo de cuatro años en común. Pero la operación policial no llegó a tiempo, Adriana se suicidó antes.



Las ONG que trabajan en el mundo de la prostitución y la explotación sexual están mayoritariamente en contra de las multas como una forma de atajar el problema. El caso de Adriana sirve para constatar que ni siquiera sirvió para que dejase de ponerse en su silla de plástico, junto al puente por el que se tiró. Tampoco para detectar que estaba siendo explotada sexualmente.



"Multar es una manera de invisibilizar a las mujeres, a no ser que vaya acompañado de recursos y esfuerzos hacia lo que significa la prostitución y la explotación sexual", dice desde la asociación SICAR. Las sanciones en las carreteras las imponen agentes de tráfico que se dedican en exclusiva a ello, pero que, según fuentes policiales de esta área, no han recibido ninguna formación específica sobre la trata con fines de explotación sexual.



"Es muy poco ético que una sociedad priorice una cuestión de visibilidad, usando la excusa de la seguridad vial... Además, no coinciden los puntos negros con las zonas de prostitución. Nos parece una auténtica barbaridad. Que Adriana haya sido multada, en nada ha ayudado a su situación, la ha empeorado. Ha recibido presiones de la policía por un lado, y de sus torturadores por otro", se queja la asociación Genera.

Adriana ya fue detectada en 2010 en una investigación como posible víctima de explotación sexual, pero entonces se negó a declarar: su marido era su presunto proxeneta, según publica El País.




Muy a menudo están solas, en medio de la nada, plantadas en un paisaje desolado de carreteras vacías o polígonos de extrarradio. Su intención no era tanto retratar a las mujeres como reflejar las condiciones en las que trabajan, su espera y su soledad, sin ningún añadido sexual. Son imágenes del fotógrafo catalán Txema Salvans, quien ha pasado ocho años fotografiando prostitutas de carretera en más de 500 localizaciones de la costa mediterránea.







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