Astilleros y el Puente
Resistencia numantina y
corte del puente de acceso a la ciudad, formas legítimas de lucha del
proletariado gaditano contra el vandalismo burgués.
Buena parte de las
tribus de la Bahía aprendimos desde niños que lo que no se defiende con
uñas y dientes se pierde. A veces, a pesar de defenderlo, lo perdemos.
Pero queda la dignidad para reconocerse limpiamente delante del espejo.
Que no es poco. También quedan las lecciones. Además, cuando se gana, se
gana. Por la puerta grande.
Muchos indígenas de ese
rinconcito del mundo aprendimos -mamamos- que hay ocasiones en que no se
pueden partir peras. Que hay ocasiones en que se acaban las palabras y
lo que toca es meterle fuego a tó lo que se ponga por delante. La
ocasión, recurrente, se pinta cada vez que los que mandan colocan a los
astilleros -al dique- en la cuerda floja.
Es uno de nuestros
símbolos sagrados. Con sus más y con sus menos. Los astilleros.
"Losartillero" que decía una vecina mía. Para no poca gente, defender
losartillero siempre fue la justa defensa de nosotros mismos. Hay
quienes hacen totem de la Virgen de las Angustias -un poner- o del Toro
de la Vega –otro poner- y muchos aborígenes de los barrios de la Bahía
lo hacemos de losartillero.
La defensa totémica de
la Bahía tiene un ritual: cortar el puente. El humo purificador de las
barricadas de fuego se alcanza a divisar en toda la comarca. Y la danza
incluye alimentar la obstrucción con cuantos artilugios salgan al paso.
El jugo psicodélico es la conciencia colectiva: un ungüento gadita que
disipa los miedos. Después llegan los guardias, el triquitraque, el
Diario de Cádiz informando a la medida de los de siempre, las protestas
de los que se la cogen con papel de fumar porque les importa más la
meadita propia que la sangría masiva de miles de familias… Un clásico.
Pero esta vez el clásico
ha tenido un ingrediente novedoso. Grupos de jóvenes, no directamente
trabajadores del dique, se han plantado en el mismísimo puente, en la
primera línea, con toda la fuerza y el atrevimiento que aporta a una
clase obrera tirando a añosa tener menos de treinta años. Menos de
treinta años, el problema en casa y mucho ungüento gadita en la
conciencia. Pueden estar los padres orgullosos de sus hijos.
Pues han trincado a
diez. Y han encarcelado a ocho. Y están difamando a muchos. Los
encarcelados y sus familias las están pasando chungas. No es para menos.
Son los costos de defender lo que para la gente normal es sagrado: el
pan, el trabajo, la alegría. La vida, joé, la vida. Los costos de
defendernos con uñas y dientes a nosotros mismos. Que no se nos olvide. Y
a ver si logramos que a nuestros encarcelados los pongan en la calle
pronto. Por lo más sagrado. Con todo nuestro orgullo tribal como
gaditas.


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