Nuestro genoma tiene ‘desiertos’ y ‘oasis’ de ADN neandertal. Al cruzarnos con ellos ganamos adaptaciones contra el frío y mayor riesgo de cirrosis, lupus o diabetes
Hace unos 50.000 años, en un lugar desconocido entre Europa y Asia, una humana moderna y un neandertal tuvieron
sexo por primera vez. La mujer descendía de un grupo de cazadores
llegados desde las sabanas de África y muchos de los suyos habían muerto
a causa del frío helador de Europa. Su compañero de cama, corpulento y
pelirrojo, era de una estirpe que llevaba decenas de miles de años
sobreviviendo en aquel continente gélido en el que aún había mamuts y
tigres dientes de sable. Apenas sabemos nada sobre aquel encuentro
decisivo, pero sí que aquella pareja no fue la única en probar el sexo entre especies. Pronto nacieron bebés híbridos
que, contra todo pronóstico, tuvieron a su vez hijos y nietos y
bisnietos y así hasta nuestros días. Durante siglos, los humanos
modernos ignoraron que eran mestizos y que su ADN era en parte
neandertal.
Los viejos huesos fósiles de aquella especie desenterrados
por los arqueólogos no permitían desvelar la procreación entre unos y
otros. Ahora, las nuevas técnicas para extraer ADN de fósiles de hace
decenas de miles de años han permitido descubrir nuestra verdadera
identidad mestiza, posiblemente el mayor hallazgo en evolución humana en
lo que llevamos de siglo.
Cualquier Homo sapiens de hoy que no venga del
África negra tiene genes neandertales que siguen vivos. En algunos casos
aquellos genes nos proporcionaron ventajas adaptativas, como, tal vez,
una piel más gruesa con la que resistir mejor el frío europeo. En otros,
los genes neandertales nos han hecho más débiles, contribuyendo a que
suframos diabetes, lupus, enfermedad de Crohn y la cirrosis biliar
primaria, entre otras dolencias. También nos legaron variantes
relacionadas con el tamaño del disco ocular y, agárrense, la facilidad
para dejar de fumar. Así lo indican dos nuevos estudios que hoy publican
un recuento de cuánto ADN neandertal llevamos dentro los europeos y los
asiáticos y cuál es su función. Los trabajos, publicados en Nature y Science, son la consagración de una nueva manera de estudiar la evolución humana que apenas necesita fósiles para desvelar datos claves sobre qué nos hace humanos.
Los humanos modernos perdimos genes neandertales “dañinos”
La pareja del comienzo de esta historia es ficticia, aunque
verosímil. No se sabe qué sexo tenían los dos primeros miembros de cada
especie que se acostaron juntos. Pero eso no es lo importante. En 2010
el análisis cruzado del genoma de un neandertal y de humanos actuales
probó que ambas especies, consideradas primas en cuanto a evolución
humana, se cruzaron con éxito.
Desde entonces varios grupos científicos se han lanzado a identificar
qué genes exactamente nos legaron los neandertales, cuál es su función y
qué efecto tienen. El equipo más adelantado es el que dirige el
paleoantropólogo sueco Svante Pääbo, uno de los pioneros de la paleogenética.
El equipo internacional liderado por Pääbo demuestra en Nature
que en nuestro genoma hay desiertos y oasis de ADN neandertal. Lo más
interesante, dicen, está en los desiertos. Las zonas de nuestro genoma
relacionadas con la reproducción, como los genes que se expresan en los
testículos y también los que conforman el cromosoma X (las mujeres
llevan dos copias de él y los hombres una X y una Y) están totalmente
desiertos de ADN neandertal. Esta ausencia se asocia en otras especies a
que los híbridos (por ejemplo una mula) sean estériles o poco fértiles.
“Esto sugiere que cuando los humanos arcaicos [de nuestro
linaje] encontraron a los neandertales y se mezclaron con ellos ambas
especies estaban en el límite de la compatibilidad biológica”, explica David Reich,
investigador del Instituto Broad (EEUU) y coautor del estudio, en una
nota de prensa facilitada por su institución. A los humanos de hoy nos
separan en el peor de los casos 100.000 años entre linajes, por ejemplo
entre europeos y africanos occidentales, lo que garantiza nuestra total
compatibilidad. En el caso de los neandertales, nos separaban unos
500.000 años, lo que pudo reducir la fertilidad de aquellos niños
mestizos. Hoy la media de ADN neandertal en un europeo o un asiático es
del 1% al 3%. Los autores argumentan que no llevamos más porque la
propia evolución nos hizo desechar los genes “dañinos” de los
neandertales.
El equipo ha comparado el genoma de una neandertal que
vivió en Rusia hace unos 50.000 años con el de 1.000 humanos actuales.
El estudio muestra una gran presencia de ADN neandertal en regiones
genéticas relacionadas con la formación de filamentos de queratina. Esta
proteína da fuerza a la piel, el pelo y las uñas, lo que podría a su
vez ser beneficioso como aislante de la temperatura. “Es tentador pensar
que los neandertales ya estaban adaptados al ambiente fuera de África y
le dieron a los humanos ese beneficio genético”, dice Reich.
Cruce asiático
“Estos hallazgos abren una panorámica sobre el efecto que la selección natural puede haber tenido en el genoma de nuestra especie, tanto para bien como para mal, así como quizá ofrecer pistas sobre algunas posibles causas de la extinción eventual de los neandertales”, opina José Carlos Flórez, médico y genetista español que trabaja en el Hospital General de Massachusetts (EEUU). Flórez no ha participado en este trabajo, pero sí en uno publicado hace unas semanas y que ya demostró que un gen legado por los neandertales y que ahora llevan mexicanos y personas de Sudamérica aumenta el riesgo de sufrir diabetes. Este estudio, dice, “es más completo y con más controles, aunque los hallazgos y las conclusiones son esencialmente las mismas”.En cuanto al riesgo de enfermedades que hemos heredado propone que tal vez hace 50.000 años aquellos genes diesen una ventaja. “Uno puede especular que ciertas adaptaciones beneficiosas en una época, por ejemplo almacenar calorías, puedan ser perjudiciales hoy en día por causar obesidad y diabetes”, resalta Flórez.
Carles Lalueza-Fox, otro experto en paleogenética y neandertales en el CSIC, opina que lo más interesante de los estudios es la evidencia de que hubo más de un cruce entre neandertales y sapiens. “Hubo dos pulsos [episodios] de hibridación, el segundo exclusivamente en asiáticos”, señala Lalueza-Fox sobre el segundo estudio, publicado en Science y que también ha comparado el genoma neandertal mencionado con el de más de 200 europeos y asiáticos.
En concreto, el estudio resalta que posiblemente por este cruce los asiáticos tienen un 21% más de ADN neandertal que los europeos. Este segundo trabajo muestra que, teniendo en cuenta todos los pequeños fragmentos de ADN neandertal que llevamos los humanos de hoy (europeos, asiáticos y americanos) el 20% de todo el genoma neandertal sigue vivo en nuestra especie.
'The genomic landscape of Neanderthal ancestry in present-day humans' doi:10.1038/nature12961
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION