Mártires de Mairena
Alguien tiene que responder por los mártires de la "Protectora" de
Mairena. En el nombre de todos los perros y los gatos que fueron
exterminados sin llegar a tener siquiera un nombre.
El crematorio está encendido mientras escribo este
artículo. El humo, que se eleva sobre la finca Peralta, donde se
encuentra la "Protectora" de Animales de Mairena del Aljarafe, provincia
de Sevilla, delata que los hornos llevan todo el día en funcionamiento.
Es la perrera contra la que durante más de una década numerosas
asociaciones de verdadera protección animal han interpuesto denuncias
por las infernales condiciones en las que tienen allí a los animales. La
misma perrera ante la que en los últimos días se han producido
protestas, tras la difusión en las redes sociales de un vídeo,
grabado el pasado 25 de diciembre, que muestra espantosas imágenes:
perros de todos los tamaños hacinados entre excrementos y orines, sobre
los que algunas perras recién paridas amamantan a sus cachorros, perros
con heridas abiertas, con signos de enfermedad y desnutrición extrema,
incluso cadáveres. El único veterinario contratado por la "Protectora"
estaba de vacaciones.
No esperen hoy de mí ninguna
corrección política. La justa para no llegar a través de este medio al
insulto que merecen los responsables de esa "Protectora" de Animales y
que merecen todos los responsables institucionales de ese horror.
Los
que durante más de una década lo han permitido y no han hecho ni
puñetero caso a las denuncias. Ni los responsables de la "Protectora",
ni los responsables municipales, ni los responsables de la Junta de
Andalucía, ni el Seprona, ni los responsables de Medio Ambiente han
hecho ni puñetero caso a esas reiteradas y dramáticas denuncias. Ni
siquiera la sociedad en general ha hecho puñetero caso al clamor de las
personas sensibilizadas, dolidas, agredidas por una situación que ha
dado en conocer a la "Protectora" de Animales de Mairena como el
Auschwitz español de los animales (el escritor judío Isaac Bashevis
Singer, premio Nobel de Literatura que logró huir del exterminio nazi,
advirtió: "En nuestro comportamiento hacia los animales, los seres
humanos somos nazis. Para los animales es un eterno Treblinka").
¿Quiénes son los responsables de lo que sucede en Mairena? El primero,
Pedro Luis Fernández Castillo, presidente de la "Protectora". Ese tipo,
que siendo veterinario es capaz de dispensar tal trato a los animales,
dirige esta perrera privada que tiene convenios de recogida de animales
abandonados con un buen número de municipios de la comarca del Aljarafe,
así como alguno más de Huelva y de Cádiz. La dirige con tal opacidad
que ni siquiera es posible saber cuántos municipios son, más de 11 según
diversas fuentes. Cada uno de esos ayuntamientos paga a la "Protectora"
alrededor de 9.000 euros anuales por dicha cesión.
Da igual el signo
político, los hay y los ha habido del PP o del PSOE, cómplices iguales
del (presunto –ya ven que me veo obligada a añadir esta palabra, pero
los paréntesis no me los quita nadie-) maltrato y exterminio que los de
Mairena han llevado a cabo.
En 2012 los ayuntamientos
de Bormujos y de Mairena retiraron esa concesión a raíz de las
denuncias recibidas. Pero Pedro Luis Fernández Castillo respondió con un
comunicado que los acusó de difamación y amenazó con medidas
judiciales. Mucha influencia debe de tener semejante veterinario para
que los consistorios dieran marcha atrás y volvieran a cederle la
recogida de animales (aparte de que no hay otro centro en la zona donde
acogerlos, lo cual es también responsabilidad institucional).
Mucha
influencia, para denunciar impunemente a una socia que se atrevió a
grabar con cámara oculta los horrores de la perrera, y a la que pide
200.000 euros de indemnización (el juicio se celebrará en 2014). Mucha
influencia, para mantenerse durante 15 años en la presidencia de una
"Protectora" cuya Junta Directiva no facilita el acceso a sus estatutos,
no presenta cuentas e informes de gestión, no celebra la obligatoria
asamblea anual de socios y en la que no se sustituyen cargos. Por no
saber, no se sabe ni de cuántos incautos socios dispone la "Protectora",
pues tampoco se facilita el acceso a sus bases de datos. Socios que
pagan sus correspondientes cuotas.
El Ministerio del
Interior debería investigar estas irregularidades societarias, que
manchan además la imagen de tantas otras protectoras que se dejan la
piel en su ingrata e imprescindible tarea de ayuda a los animales
abandonados. Y la Junta de Andalucía debería tomar cartas en este
sangrante asunto e investigar un lugar que ha sido objeto de tantas
denuncias durante tanto tiempo. ¿Por qué no lo hacen? Raro es. Si nula
es la transparencia de la gestión de la perrera de Mairena, muchas son
las sospechas que se ciernen sobre ella: la (presunta) relación familiar
de Fernández Castillo con altos cargos políticos y de la Guardia Civil;
su también (presunta) relación con la plaza de toros de la Real
Maestranza de Sevilla (todo encajaría, desde luego); su (presunta)
connivencia con el propio Seprona, que se presenta en la perrera
(presuntamente sin avisar) cada 4 o 6 meses y, qué casualidad, no
encuentra ninguna irregularidad grave, salvo pequeñas infracciones. El
día de las protestas, sin embargo, no tuvieron más remedio que imponer
tres sanciones: una administrativa y dos de carácter
higiénico-sanitario.
Pero no son los únicos
responsables. La sociedad española en general y la sociedad andaluza en
particular debería avergonzarse de que a la perrera de Mairena lleguen
hasta 250 perros al mes. La mayoría de ellos en unas condiciones de
abandono y maltrato bochornosos. Muchos de ellos procedentes de la caza.
Muchos de ellos procedentes de galgueros que los revientan con su cruel
actividad, y a los que, por cierto, la perrera de Mairena también es
acusada de proveer de nuevos galgos. Los responsables son los políticos,
pero también es la gente de los pueblos y las ciudades de Andalucía y
de España que asiste a esta crueldad sin intervenir, sin exigir que su
dinero no se destine a mantener esta ignominia o que las instituciones
sirvan para algo más que robar, tapar culpas y ejercer la complicidad.
Lo innegable es que los animales son las víctimas inocentes de esta
situación de extrema desprotección y de la falta de transparencia de
Mairena. Y que los verdaderos protectores de los animales no pueden más.
Por eso PACMA (que precisamente ha presentado esta semana un escalofriante dossier sobre la situación de los galgos
en España) ha interpuesto una denuncia frente a la Fiscalía General de
Medio Ambiente de la Junta de Andalucía por un presunto delito de
maltrato animal, tipificado en el artículo 337 del Código Penal. Por eso
su denuncia ha sido apoyada por la denuncia colectiva de 67
particulares, representados por Claudia Ferraro, responsable del refugio
La Cañada de los Canes y dispuesta a dar la cara en una zona donde,
cuando desaparezcan los medios, no tendrá la convivencia fácil. Por eso
asociaciones como La Sonrisa Animal, La Voz Animal, Asanda o la
Fundación Benjamin Mehnert han alzado un grito que no pueden reprimir
más. No piden el cierre de la perrera de Mairena, sino el cambio de su
dirección. Piden que los recursos, materiales y humanos, vayan para
atender las necesidades de sus auténticos destinatarios, que son los
perros y los gatos que acaban con sus tristes huesos allí. Piden un
verdadero sistema de promoción de la adopción y no del exterminio. Piden
una política de puertas abiertas a los socios y a cualquier persona
interesada en los animales que son recogidos con el dinero municipal.
Miro a Pizca mientras termino de escribir este artículo. Es una de mis
perras. Vino de la "Protectora" de Mairena porque la rescató del
infierno mi hermana, Esther Toledano, que ha salvado a cientos de
perros. Con la ayuda de otras personas voluntarias. Con su dinero y el
de otras personas solidarias. Con su tiempo, su coraje y su corazón.
Cumpliendo, con su nombre y su apellido, con la obligación de quienes no
la cumplen y se esconden. Pizca vino en unas condiciones lamentables
que le han dejado graves secuelas físicas. Ya es feliz, porque lo son
todos los perros que reciben un poco del amor que dan y porque ha tenido
la oportunidad de la vida digna que todos merecen. Pero no puedo evitar
ahogarme pensando en el humo que hoy sale del crematorio de Mairena. El
humo que es el rastro final de quienes no han tenido la oportunidad. El
humo que podría haber sido Pizca (que podría haber sido Willy, que
podría haber sido Tomasa…) si la hubieran condenado a morir con
anectine, potente tóxico que genera parálisis muscular sin que se pierda
la consciencia y una lenta asfixia hasta la muerte.
Dicen que en la perrera de Mairena se utiliza anectine para matar el
exceso de perros. Que los matan aunque no sean enfermos terminales con
ese método no eutanásico, como es obligatorio, pero mucho más barato. Su
uso es un extremo sobre el que tampoco hay transparencia y sobre el que
también tendrán que dar explicaciones los responsables. O, en su
defecto, los responsables institucionales. Alguien tiene que responder
por los mártires de Mairena. En el nombre de Owie, en el nombre de Nemo,
que no sobrevivieron. En el nombre de tantos débiles que sucumbieron a
la enfermedad causada por ese destino inmerecido. En el nombre de todos
los perros y los gatos que han sido exterminados sin llegar a tener
siquiera un nombre. Y en el de todas las personas de buena voluntad de
esta España aún negra que ya no quiere más mártires de su atraso y del
lucro de tantos sinvergüenzas, de tantos desalmados.


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