Cierto es que la crisis económica no les ha hecho ningún bien a la especie de “troika” doméstica que nos viene gobernando desde tiempo antes de que la comunitaria nos vigilara y castigara.
También lo es que, a diferencia del importado del Reino Unido para uso de conservadores y liberales contentos de haberse conocido tras la liquidación de la primera República, el bipartidismo español que ahora turna pacíficamente es un tanto mostrenco, carece de paternidad reconocida pero ha cumplido su objetivo: preservar la herencia recibida de la dictadura que tanta satisfacción procura a una inmensa minoría bajo el formato de la monarquía parlamentaria.
Y a partir de ahí esperar a que la inmensa mayoría pierda el recuerdo de cómo socialistas y populares se las arreglaron para, sin apenas provocar fisuras internas por mutuas concesiones, encontrarse para celebrarlo recordando cómo después del cuarto gobierno, Felipe González le pasó la antorcha a José María Aznar que lo retuvo dos, éste a José Luis Rodríguez Zapatero que también disfrutó de casi dos legislaturas siendo el actual de Mariano Rajoy el que muy probablemente clausure el ciclo, según predicen las encuestas ¿Balance del experimento?
Pues, según se mire. Si elegimos la modernización de la sociedad en clave europeo-atlantista se cumplió mal que bien.
Pero si aplicamos el socorrido interrogante de adónde fueron a parar los beneficios del cambio la respuesta no es otra que la recientemente diagnosticada por las estadísticas comunitarias: en cuestión de desigualdades sociales España figura a la cabeza de la Unión Europea sólo superada por Letonia.
El mismo granero de votos
Lógico que los populares, pese a que nunca creyeron que la democracia posfranquista iba a ser tan generosa con ellos, en absoluto se sentirían angustiados por la gravedad de la situación si no fuera el pánico a los estallidos sociales cuando ya llevan tres cuartos de siglo dominando la situación desde arriba.
Pero que el indeseable fenómeno de las desigualdades sociales arroje un balance tan desfavorable para los de abajo cuando el partido que más tiempo ha regido el país en esta democracia nació un siglo antes para erradicarlas, lleva a sospechar lo que algunos intuyeron desde hace décadas: que socialistas y populares se han venido alimentando del mismo granero de votos, el procedente del poliédrico “franquismo sociológico”.
Quizás ayudara a ello la indiferencia mostrada por las cúpulas socialistas cuando estudiosos cercanos a las mismas probaron documentalmente que – como ocurrió con los nazis en la Alemania de los años treinta – un estimable porcentaje de obreros del cinturón rojo de Madrid votaba a la derecha. La plena inserción en la socialdemocracia antes de que se cumpliera una década del congreso de Suresnes explica que no saltaran las alarmas.
Que las desigualdades arrojen un balance tan desfavorable cuando el partido que más tiempo ha regido el país nació para erradicarlas, lleva a sospechar que socialistas y populares se han venido alimentando del mismo granero de votos, el procedente del “franquismo sociológico”
La acogida excelente de los socialistas a la Monarquía de Juan Carlos
Y que durante la segunda dictadura el PSOE liderado a su vez por Indalecio Prieto acudiría presuroso a negociar con Don Juan, padre del mismo, para restaurar de nuevo la monarquía una década después de haber sido masacrada la II República.
Antecedentes ambos que en absoluto han revisado autocríticamente. El actual monarca ha sido objeto de generosidad a raudales por parte de los socialistas apostando sin cesar por el “juancarlismo” e incluso pregonando la “campechanía” del personaje, encubridora ella de carencias varias, ejemplarizantes algunas en el desempeño de sus funciones.
Porque infortunio ha sido que, después de colmarlo de privilegios en la Constitución de 1978 y estruendosamente sacado a hombros del 23-F de 1981, miraran para otro lado cuando se rodeó de amigos sin escrúpulos que dieron con sus huesos en la cárcel. Y vergonzoso que celebrara el “¿Por qué no te callas?”, el exabrupto dirigido por el rey al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile en 2007. Como lo es hoy apostar por la familia real en el conflicto provocado por un yerno del monarca.
Que después de los desaguisados cometidos por los integrantes del bipartido a lo largo de las últimas tres décadas en que se turnaron en el gobierno y en la oposición en las que compartieron vergüenzas como la proliferación de Naseiros, Roldanes, Correas, Bárcenas y otros, bochornoso resulta que lo que les lleva a permanecer unidos sea la severa vigilancia a la que someten a un juez de Mallorca por haber imputado a una infanta.
Inequívoco signo del al que han llegado ambos partidos que, afortunadamente para todos los demás, coincide en el tiempo con la aparición de encuestas en las que les presagian no gobernar nunca más por mayoría absoluta. Confiemos, pues, en que los partidos que les sucedan en el ejercicio del poder tomen nota de sus predecesores y opten por gobernar con honestidad si aspiran a envejecer con dignidad.
Fuente: Crónica Popular
Autor: David Ruiz (Historiador, catedrático emérito de la Universidad de Oviedo)
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