Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


miércoles, 12 de febrero de 2014

No voy a entrar a valorar las circunstancias de la muerte de Pantxi porque a estas alturas ya nadie debería dudar de que la dispersión, el aislamiento, la primera fase de primer grado, las palizas, las kundas… ¡Matan!

pantxi


Artículo de colaboración para Borroka Garaia da!. Autor:  Aritz Saez Insausti




No voy a entrar a valorar las circunstancias de la muerte de Pantxi porque a estas alturas ya nadie debería dudar de que la dispersión, el aislamiento, la primera fase de primer grado, las palizas, las kundas… ¡Matan! No, no quiero valorar ese tema sino que me gustaría responder a lo que acabo de leer y escuchar. Dicen sus amigos y familiares que no saben como vivió Arkaitz el accidente que tuvieron, como vivió las torturas, el aislamiento … Dicen que durante estos 13 años siempre salió sonriente a la visita, “ez zuen gure bihotza mindu nahi”..


Pues bien, yo, como tantas y tantas personas en este país, conocí a Arkaitz en la cárcel. Y me gustaría dar mi pequeño testimonio sobre ese gran corazón que ahora se ha parado para siempre pero que nunca vamos a olvidar.


Arkaitz salía siempre a la visita con una sonrisa porque era una persona eternamente positiva y que ante cualquier problema , por pequeño que fuera, le ponía una sonrisa y le sacaba el lado positivo. Recuerdo que una vez había enviado la ropa a lavar a la lavandería de la cárcel y cuando le devolvieron la bolsa, la abrió, vio que el térmico que tanto le abrigaba en el frío invierno madrileño era del tamaño para un niño de 5 años. Se meaba de la risa y enseguida le ofreció aquel térmico azul a un kide que recientemente había sido padre.


Ademas de positivo y vacilón, Arkaitz era un poco gruñón al mismo tiempo. Recuerdo como se mosqueó cuando le sugerimos que tenía parecido con aquel personaje de la película “el último samurái”. Si, aquel que amaba mas que nadie las esencias de su pueblo y que al final da todo por ello. O cuando aquel 20 de enero de 2004 bajamos a su txabolo para felicitarle su cumpleaños y le pusimos “elorrixon zu ta ni”. Odiaba esa canción, pero se había volcado en aquel Topagune como el que más.


Recuerdo de Arkaitz largas charlas sobre su detención en Donostia, sobre su relación sentimental, sobre la mía, sobre buenas parrandas, claro que también sobre la situación política o sobre aquella hazaña en Gran Hermano. Recuerdo partidos de fútbol, pachangas a pelota, partidas de cartas o dominó bajo el humo del farias.


Y recuerdo de Arkaitz la tensión añadida que nos impregnó con su presencia. Recuerdo que en una ocasión tuvo un altercado con un preso social por el uso del teléfono, otra vez por una pachanga dominguera y otra con un funcionario por un cacheo “aleatorio”. Digo tensión añadida porque Arkaitz era como aquel que escribió un libro sobre su estancia en un campo de concentración nazi; que decía que todo aquel que no se rebelaba ante cualquier injusticia podía llegar a escribir un libro. Los demás no. Y así ha sido durante los últimos 13 años; revelándose ante cualquier abuso, por pequeño que fuera, e impregnando de ello a todos sus kides. A todos sus amigos.


Pero además de rebelarse, Arkaitz era rebelde y bihurri por naturaleza. Recuerdo que cuando le comunicaron el cambio de destino y antes de ese gran último abrazo, tuvimos que solucionar unos problemillas con la tele que tenía él porque no tenía papeles legales para llevársela consigo. Así que lo hicimos como se hacen estas cosas; con un poco de paciencia, una cuchilla de afeitar y otro poco de loctite. Si cuela, cuela. Después vinieron ese abrazo y ese “eongo gea” eterno. Beti arte Pantxi!


Y así era Arkaitz para los que no sabíais como era él entre cuatro paredes y unos cuantos barrotes. Era alegre, positivo, a veces gruñón, abierto, dinámico, justo, rebelde, bihurri. Baina horren guztiaren gainetik Arkaitz laguna zen. Bere kideen laguna. Eta horren adibide ere nola egiten zuen indar gu guztiok Arkaitz ordez Pantxi deitzearekin. Hala nahi zuen etengabe. Pantxi deitzen diote beren lagunak eta gu, ezagun berri horiek, Pantxi deitzea gustoko zuen.


Ez dakit argi pixkatxo bat jarri dudan hainbeste beltz dagoen 13 urte hauetan. Ez dakit erantzunen bat aurkitu dezaketen Arkaitzen lagun eta senideek nire hitzetan baina jakin dezatela beraiek bai asmatu dutela: “Herriak Arkaitz maite zuen”. Milaesker beraiei eta milaesker Elorrioko herri guztiari Pantxiren izena eta izana bizirik mantentzeagatik bai egun hauetan eta bai aurrerantzean ere. Pantxi, ez zaitugu ahaztuko!



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