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sábado, 8 de febrero de 2014

QUE LA INFANTA CRISTINA DE BORBÓN ABANDONE TODOS SUS CARGOS PÚBLICOS

 
Si aparcamos por un momento el debate sobre el sentido que tiene mantener una anacrónica y corrupta monarquía heredera del franquismo en España - que es el debate que realmente debe estar sobre la mesa más allá de si la infanta baja andando o en coche la rampa del juzgado y demás folclorismos -, la declaración de la infanta Cristina de Borbón ante el juez Castro ha dejado claro que esta persona, independientemente de lo que sentencie en su momento el juez, debe abandonar de inmediato sus responsabilidades públicas.
 
 
 Ya lo debería haber hecho hace tiempo, cuando fue imputada hasta en dos ocasiones antes de esta comparecencia.
 

 Pero ahora, tras escuchar las explicaciones que ha dado ante el juez, su continuidad como infanta de España, Duquesa de Palma de Mallorca, y su presencia en fundaciones e instituciones que manejan dinero público es un escarnio y una burla intolerable.
 
 
 
 
Si esta persona, tal y como alegó ante el juez, desconocía cómo se gestionaban sus propios negocios y sus propiedades está reconociendo que no está capacitada para gestionar ni recibir ni un sólo euro del erario público. Una persona que se reconoce como ciega, sorda y muda ante sus obligaciones más cercanas no puede representar a toda una sociedad, y mucho menos sin que los ciudadanos tengan ocasión de elegirla democráticamente como su representante.
 
 
 
 El desconocimiento de los hechos no te exime de asumir tus responsabilidades cuando ocupas un cargo público. Cristina de Borbón tiene que asumir su "culpa in vigilando", que es una responsabilidad que va aparejada a todo cargo público. La culpa in vigilando supone admitir que una persona es responsable de los actos que realiza otra sobre la que tiene un especial deber de vigilancia. Cristina de Borbón no quiso "vigilar" lo que se hacía con el dinero público que pasaba a raudales por delante de sus narices.  
 
 
 
 
 
Pero es que además la infanta ha entrado en una contradicción que la desacredita y tumba sus propios argumentos. Ella misma ha reconocido en su declaración ante el juez Castro que supo que el rey Juan Carlos advirtió a su marido en 2006 de que dejara sus actividades en el Instituto Nóos. Es decir, que sabía que las actividades del Instituto Nóos no eran lícitas, y aún así guardó silencio y siguió beneficiándose de los negocios corruptos de su marido. 
 
 
La Casa Real - incluida la infanta - fue cómplice de la corrupción, y trató de ocultar las corruptelas de Urdangarín poniendo tierra de por medio (a través de Telefónica) en cuanto salieron a relucir los primeros trapos sucios de sus negocios, algo que finalmente resultó inútil. "El Rey no sólo conocía las actividades presuntamente ilícitas de su yerno, sino que las avaló y, además, movió todos los hilos a su alcance para ayudar a Urdangarin en sus negocios", afirma el periodista José Luis Lobo.
 
 
 
 
Aunque la sentencia del juez Castro le sea favorable, la infanta no puede seguir ni un minuto más ocupando sus cargos a costa del erario público. Aunque siendo realistas no podemos esperar que en el país más corrupto de Europa un cargo público imputado abandone sus privilegios por voluntad propia. Tampoco nadie desde las instituciones ni desde los medios de comunicación se lo exige. Y a las clases populares se les acumulan los problemas y los frentes abiertos en el corrupto reino de España.  
 
 
 
 
 
 
 
 

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