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viernes, 14 de marzo de 2014

Zapatero‬, en plena campaña lavado de imagen, apuesta fuerte por un futuro Gobierno de coalición PP-PSOE


#Zapatero, en plena campaña lavado de imagen, apuesta fuerte por un futuro Gobierno de coalición PP-PSOE

VP 11/03/2014
El expresidente lleva cuatro meses intentando rehabilitar su prestigio institucional

Más de una veintena de exposiciones públicas, entre conferencias y entrevistas a diferentes medios, traban la ofensiva emprendida por el expresidente Zapatero para rehabilitar su imagen.

En su mente, dos herramientas: rentabilizar la parte que le atañe en el esfuerzo hecho para evitar el rescate y la apuesta por un Gabinete de coalición PSOE-PP en la próxima legislatura.

José Luis Rodríguez Zapatero dejó el Gobierno en noviembre de 2011 convencido de que Mariano Rajoy tendría que acudir al rescate. Es más, en conversaciones privadas, incluso se atrevió a fijar el mes de junio de 2012 como la fecha más probable para que el Gobierno del PP diera el paso. Ha pasado el tiempo, ha desaparecido el fantasma y ahora el expresidente saca pecho allí donde puede acentuando el esfuerzo que su Gabinete hizo para evitar el desastre y no hundir al país en el mismo hoyo donde acabaron metidos Grecia, Portugal e Irlanda.

Esto es algo que Zapatero está obsesionado con poner en valor dentro de la campaña que ha emprendido desde hace cuatro meses, presentación de su libro mediante, para dejar de ser un apestado y recomponer su imagen institucional, aunque sea a lomos de los atentados del 11-M. De esta ofensiva forman parte la veintena de apariciones públicas en periódicos, radios y televisiones, contempladas con sumo recelo desde la actual dirección del PSOE por cuanto dificultan algo que Alfredo Pérez Rubalcaba tiene grabado en su mente desde que hace poco más de dos años asumió la secretaría general: Zapatero hizo una gestión tan nefasta que el mejor servicio que podría rendirle al partido sería permanecer agazapado en su despacho del Consejo de Estado, sin agitar de nuevo el rechazo ciudadano que provocó en las elecciones de 2011 la pérdida de casi cuatro millones de votos.

Zapatero conserva una relación fluida solo con un reducido grupo de los que fueron sus colaboradores. Es el caso de su exsecretario general de Presidencia Bernardino León, de la exvicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, del ex ministro de Industria Miguel Sebastián o del secretario general de UGT, Cándido Méndez. También mantiene buena relación con algunos altos cargos del PP y, periódicamente, toma el pulso a parte de lo que se cuece en La Moncloa a través de su exjefe de Gabinete José Enrique Serrano, bien conectado con su sucesor, Jorge Moragas. Además, desde que dejó la Presidencia, se ha reunido con Mariano Rajoy en un par de ocasiones para abordar asuntos considerados de Estado. El de Cataluña ha estado entre ellos.

De las conversaciones que ha mantenido con unos y otros, las fuentes destacan, además, otra preocupación de Zapatero que ha insertado en su operación de lavado de imagen: la conveniencia de despejar el camino para que, si es necesario en la próxima legislatura, pueda ensayarse en España una coalición a la alemana entre los dos grandes partidos, para impedir que con tantos frentes abiertos, el país caiga en manos de un ‘pentapartito’ muy complejo de gestionar. En ello, el expresidente coincide con la opinión de varios ministros de peso en el Gobierno, algunos de ellos bien conectados con la Casa Real, que coinciden en calificar de “extremadamente peligrosa” esta posibilidad.

Quienes han escuchado en los últimos meses los razonamientos de Zapatero concluyen que se ha vuelto un forofo de una futura entente cordial entre el PSOE y el PP, imprescindible a su juicio para apuntalar la figura del Rey y alcanzar grandes acuerdos en asuntos de tanta envergadura como el problema del paro, el de la inmigración o el desafío catalán, imposibles de administrar con acierto en un hipotético ‘Gabinete batiburrillo’ formado por los socialistas, Izquierda Unida, UPyD, los nacionalistas y algún grupo todavía más pequeño de la Cámara, producto de un Parlamento altamente fragmentado como el que se teme para la próxima legislatura.

Para los más hooligans de Zapatero, esto no supone en él ninguna novedad. “En 2000, cuando asumió la secretaría general, fue el primero en defender una oposición constructiva que tuvo su primer acierto en la propuesta de un gran pacto antiterrorista”, recuerda una de estas fuentes. “Después llegó una gestión catastrófica de la crisis, en la que algunos fuimos testigos de lo que José Luis ha revelado con sus memorias, que Solbes nunca le advirtió de lo que se le venía encima…”, aseguran en tono exculpatorio. En el otro extremo, el de los que en su partido siguen considerando a Zapatero una rémora para que el PSOE remonte, se vierte este juicio. “Es verdad que la aritmética parlamentaria para la próxima legislatura necesitará políticos con experiencia y una aproximación máxima al PP, pero aunque eso se piense, nunca hay que decirlo”.















 Zapatero‬, en plena campaña lavado de imagen, apuesta fuerte por un futuro Gobierno de coalición PP-PSOE
 
El expresidente lleva cuatro meses intentando rehabilitar su prestigio institucional


Más de una veintena de exposiciones públicas, entre conferencias y entrevistas a diferentes medios, traban la ofensiva emprendida por el expresidente Zapatero para rehabilitar su imagen.
En su mente, dos herramientas: rentabilizar la parte que le atañe en el esfuerzo hecho para evitar el rescate y la apuesta por un Gabinete de coalición PSOE-PP en la próxima legislatura.



José Luis Rodríguez Zapatero dejó el Gobierno en noviembre de 2011 convencido de que Mariano Rajoy tendría que acudir al rescate. Es más, en conversaciones privadas, incluso se atrevió a fijar el mes de junio de 2012 como la fecha más probable para que el Gobierno del PP diera el paso. Ha pasado el tiempo, ha desaparecido el fantasma y ahora el expresidente saca pecho allí donde puede acentuando el esfuerzo que su Gabinete hizo para evitar el desastre y no hundir al país en el mismo hoyo donde acabaron metidos Grecia, Portugal e Irlanda.



Esto es algo que Zapatero está obsesionado con poner en valor dentro de la campaña que ha emprendido desde hace cuatro meses, presentación de su libro mediante, para dejar de ser un apestado y recomponer su imagen institucional, aunque sea a lomos de los atentados del 11-M. De esta ofensiva forman parte la veintena de apariciones públicas en periódicos, radios y televisiones, contempladas con sumo recelo desde la actual dirección del PSOE por cuanto dificultan algo que Alfredo Pérez Rubalcaba tiene grabado en su mente desde que hace poco más de dos años asumió la secretaría general: Zapatero hizo una gestión tan nefasta que el mejor servicio que podría rendirle al partido sería permanecer agazapado en su despacho del Consejo de Estado, sin agitar de nuevo el rechazo ciudadano que provocó en las elecciones de 2011 la pérdida de casi cuatro millones de votos.



Zapatero conserva una relación fluida solo con un reducido grupo de los que fueron sus colaboradores. Es el caso de su exsecretario general de Presidencia Bernardino León, de la exvicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, del ex ministro de Industria Miguel Sebastián o del secretario general de UGT, Cándido Méndez. También mantiene buena relación con algunos altos cargos del PP y, periódicamente, toma el pulso a parte de lo que se cuece en La Moncloa a través de su exjefe de Gabinete José Enrique Serrano, bien conectado con su sucesor, Jorge Moragas. Además, desde que dejó la Presidencia, se ha reunido con Mariano Rajoy en un par de ocasiones para abordar asuntos considerados de Estado. El de Cataluña ha estado entre ellos.



De las conversaciones que ha mantenido con unos y otros, las fuentes destacan, además, otra preocupación de Zapatero que ha insertado en su operación de lavado de imagen: la conveniencia de despejar el camino para que, si es necesario en la próxima legislatura, pueda ensayarse en España una coalición a la alemana entre los dos grandes partidos, para impedir que con tantos frentes abiertos, el país caiga en manos de un ‘pentapartito’ muy complejo de gestionar. En ello, el expresidente coincide con la opinión de varios ministros de peso en el Gobierno, algunos de ellos bien conectados con la Casa Real, que coinciden en calificar de “extremadamente peligrosa” esta posibilidad.



Quienes han escuchado en los últimos meses los razonamientos de Zapatero concluyen que se ha vuelto un forofo de una futura entente cordial entre el PSOE y el PP, imprescindible a su juicio para apuntalar la figura del Rey y alcanzar grandes acuerdos en asuntos de tanta envergadura como el problema del paro, el de la inmigración o el desafío catalán, imposibles de administrar con acierto en un hipotético ‘Gabinete batiburrillo’ formado por los socialistas, Izquierda Unida, UPyD, los nacionalistas y algún grupo todavía más pequeño de la Cámara, producto de un Parlamento altamente fragmentado como el que se teme para la próxima legislatura.



Para los más hooligans de Zapatero, esto no supone en él ninguna novedad. “En 2000, cuando asumió la secretaría general, fue el primero en defender una oposición constructiva que tuvo su primer acierto en la propuesta de un gran pacto antiterrorista”, recuerda una de estas fuentes. “Después llegó una gestión catastrófica de la crisis, en la que algunos fuimos testigos de lo que José Luis ha revelado con sus memorias, que Solbes nunca le advirtió de lo que se le venía encima…”, aseguran en tono exculpatorio. En el otro extremo, el de los que en su partido siguen considerando a Zapatero una rémora para que el PSOE remonte, se vierte este juicio. “Es verdad que la aritmética parlamentaria para la próxima legislatura necesitará políticos con experiencia y una aproximación máxima al PP, pero aunque eso se piense, nunca hay que decirlo”.

 
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