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jueves, 1 de mayo de 2014

El vuelo de Carrero y la vuelta del fascismo El almirante Carrero Blanco encabezó en sus últimos años una dictadura fascista que se llevó por delante a cientos de miles de personas.


El vuelo de Carrero y la vuelta del fascismo

 

El almirante Carrero Blanco encabezó en sus últimos años una dictadura fascista que se llevó por delante a cientos de miles de personas. Valedor de las crueles torturas, fusilamientos, garrote vil, violaciones, robo de niños/as y todo tipo de saqueos sobre las propiedades de millones de republicanos/as, que perdieron todo en las manos de estos brutales neonazis.
 
 

Ahora en pleno siglo XXI, la policía del régimen español tiene como norma detener a cualquiera que bromee en las redes sociales, que ironice sobre el atentado que hizo que volara por los aires en pleno centro de Madrid. Una situación surrealista en una presunta “democracia” europea, que criminaliza a quienes celebren libremente la muerte de un personaje que generó tanto dolor y sufrimiento, que fue presidente del gobierno de una dictadura que promovió sentencias de muerte, que ordenó que se torturara salvajemente a miles de defensores/as de la democracia y las libertades, en muchos casos hasta la muerte, con todo tipo de aberraciones y abusos inhumanos por parte de una gentuza experta en causar daño, en violar a mujeres y hombres, en mostrar el verdadero rostro del fascismo, de unos psicópatas criminales, que ahora son protegidos por el estado español y su estamentos jurídicos, ante las numerosas peticiones de extradición por parte de la justicia argentina.
 
 
 

Las fuerzas represivas y su ultra católico ministro del Opus Dei, dicen que hablar o bromear sobre este oscuro personaje y la forma en que murió es un delito de “exaltación del terrorismo”. Habrá que callarse, no decir nada que moleste “la extraordinaria placidez” de los defensores de la dictadura franquista, ahora disfrazados de pulcros demócratas, siniestramente entretenidos en detener, encarcelar, humillar, amedrentar a quien no piense como ellos, acusando, imputando, condenando de gravísimos delitos, que pueden conllevar penas de cárcel y multas millonarias.
 
 

En Alemania se celebra la caída del nazismo y el pueblo se alegra del final, de la muerte de miles de asesinos fascistas, los que generaron millones de víctimas en hornos crematorios, horrendos asesinatos, en lugares del terror, en cientos de campos de concentración y exterminio. Los franquistas también eran nazis y fueron aliados del Tercer Reich, colaboraron con el holocausto, participaron del mismo genocidio y llevaron a cabo todo tipo acciones degradantes para la especie humana.
 
 

En Francia o Rusia la resistencia al nazismo son considerados/as héroes y heroínas del pueblo, condecorados/as, laureados/as con medallas, calles, monumentos, parques y centros educativos con sus nombres, pero en la España del trapicheo y el cobro en sobres se condena a quien celebra el final de una dictadura, las acciones resistentes que contribuyeron a terminar con peligrosos tiranos, con quienes nos hundieron en 40 años de asesinatos de estado, maltratos, robos, abusos de poder, persecución, brutal represión, tras un golpe de estado sanguinario contra una legitima democracia republicana.
 
 

Estas detenciones por ironizar sobre la muerte de Carrero avergüenzan al mundo, a las millones de personas de buena voluntad que siguen creyendo en la verdadera democracia, la que no olvida y recupera memoria, dignidad, verdad, reparación y justicia, no la que premeditadamente coloca un tupido velo de rencor y odio para que la sangrienta historia se vuelva a repetir.
 
 

Para estos gerifaltes del gobierno español y su partido fundado por el franquista, Manuel Fraga, no es terrorismo que haya millones de ciudadanos/as sin ingresos económicos, uno/a de cada tres niños/as en situación de hambre y empobrecimiento extremo, 500 familias desahuciadas cada día… Tampoco es terrorismo que más de medio millón de personas no tengan trabajo, que se estén batiendo todos los récord de suicidios, de gente que ya no aguanta más la presión de la usura bancaria y sus compinches políticos.
 
 
 

Es más fácil detener a quien se “salga de la raya” en cualquier red social, mientras salen de las cárceles cientos de narcotraficantes y otros peligrosos delincuentes por la no aplicación de la “justicia universal”, cuando la corrupción política es generalizada, con tramas abiertas que afectan directamente al partido del gobierno y a cientos de sus cargos públicos, una putrefacción que alcanza hasta la columna vertebral de la propia casa real.



Pero eso tampoco es terrorismo, el verdadero terror, según ellos, está en un par de chavales que se burlan de la muerte del almirante, que lanzan cualquier mensaje que enerva a los sectores más reaccionarios y ultraderechistas de un estado destruido y saqueado, en manos de seres sin escrúpulos, capaces de todo para seguir llenándose los bolsillos.
 
 

Resulta vergonzoso que haya ladrones de guante blanco en las calles, impunes torturadores franquistas protegidos por la justicia, corruptos que entran en la cárcel por una puerta y salen por la otra, condenados a ridículas penas de un par de meses o años, para luego salir y disfrutar de sus millones de dinero público robado en cualquier paraíso fiscal, allí donde guarda el dinero la mafia.



Van generando una siniestra dinámica donde a cualquiera nos puede venir a buscar la policía a nuestras casas, simplemente por escribir, por expresarnos, por decir las verdades incomodas que no agradan a esta casta de sinvergüenzas.
 

Están tristemente repitiendo la historia, los mejores tiempos del franquismo, donde por cualquier chorrada dabas con tus huesos en la cárcel. Construyen a palos, porrazos y balas de goma su particular “marca España” entre miseria y hambre: El azote de la disidencia, la represión, la persecución de las ideas, la censura, la mordaza; y si esto no se cambia o lo cambiamos, hasta podrían volver, aunque parezca exagerado, los fusilamientos al amanecer, las cunetas y las fosas comunes repletas, las desapariciones, los pozos y la cal viva. El perverso modus operandi habitual de sus apreciadas “democracias amigas” de Colombia o de México, en su “cruzada nacional” contra toda organización o persona que luche por una sociedad mejor.


 
 

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