¿Realmente nuestro presidente no sabe nada de corrupción, ni de sobres o sobresueldos?
El 7 de julio de 1986, hace ahora 27 años, pisaba por primera vez la Carrera de San Jerónimo en Madrid un joven diputado gallego de 31 años. Se llamaba Mariano Rajoy Brey y estaba destinado a regir los momentos más dolorosos de España, con un paro descomunal de 6 millones de ciudadanos y una brutal crisis económica que contrasta con la opulencia de su clase dirigente. Sin embargo, mientras el país se hundía, Rajoy prosperaba económicamente y hoy posee varias casas, pisos y muchos miles de euros en el banco (60.000 en depósitos, 313.000 en fondos, 80.000 en seguros de ahorro y 143.000 en acciones).
Todo ello gracias a los sobresueldos en “b” pero también a su carácter austero para lo suyo, casi rayano en la avaricia (son célebres sus calcetines roídos captados por un fotógrafo), pero despilfarrador para lo público, a decir de quienes lo han oído justificar la millonaria deuda y gasto de las autonomías y de quienes lo conocen bien: el alquiler de su primera casa, situada en una céntrica calle madrileña y compartida con un profesor de Universidad, hoy conocido catedrático de Derecho en Madrid, es todo un misterio. Para unos la pagaba la tesorería de Génova 13, para otros era sufragada a partes estrictamente iguales, como cualquier estudiante.
Rajoy en aquellos años lucía descuidada barba negra cerrada y unas gafas de pasta que le ocupaban gran parte del rostro. Le gustaba veranear en Cuba, donde iba a veces en solitario a degustar sus famosos puros habanos, de los que presumía por su tamaño, al tiempo quenegaba haber sido usuario del turismo sexual femenino, como hacía una buena parte de los españoles. Era un diputado enormemente discreto, que vivía en un piso junto a un amigo. En aquellos años, el partido vivía también una época convulsa con la salida de la tesorería de Angel Sanchís y la llegada de Rosendo Naseiro, ambos procesados por las finanzas del PP.
En medio de ellos estaba un técnico de confianza: se llamaba Luis Bárcenas y era el gerente. Según cuentan hoy algunos ex parlamentarios, el alquiler de los apartamentos de algunos diputados lo sufragaba o conseguía gratis (a cambio de otros “favores”) el departamento de finanzas del partido, que ignora si Rajoy hizo uso de esta prerrogativa y si, en su caso, la declaró, ya que los diputados reciben una “indemnización” del Congreso para vivienda si proceden de fuera de Madrid. Lo que es seguro es que Rajoy ahorraba, a tenor de su patrimonio actual.
Según la periodista Esther Mucientes, “el que fuera hombre de confianza deManuel Fraga en la década de los 80 fue también el hombre que introdujo aBárcenas en el PP, con el que tenía una buena amistad y con el que compartía su amor por la montaña”. Se refiere aAngel Sanchís, que según afirma el juez Ruz, al tener conocimiento de la investigación seguida contra Bárcenas, contactó con los gestores de sus cuentas suizas, “cooperando en la ocultación de los fondos a través de la sociedad Brixco“. Sanchís también habría contribuido a ocultar los fondos de Bárcenas en elDresdner Bank de Ginebra, según el informe realizado por la Udef y entregado en la Audiencia Nacional. Los pisos de Génova 13 continuaron disfrutándose por los diputados durante la época en la que el tesorero del partido era Rosendo Naseiro, también condenado por corrupción, que sustituyó a Sanchís.
El alquiler de Rajoy como diputado le permitió ahorrar hasta el punto de que ya en 1991 y tras ocupar el escaño, se compró un apartamento en el Paseo de la Castellana. A ellos se unía otro piso más en Sanxenxo y un último en Pontevedra (1989). Después se compró un bungalow en Mogán (Gran Canaria) en 2004, otro chalet en Vera (Almería), que vendió, y por último su espléndida casa en Aravaca, valorada en 1,5 millones de euros y adquirida en 1998.Rajsiemprepaga en “cash”, es uno de los pocos diputados que no tiene créditos bancarios y a Hacienda le abonó en 2010 87.000 euros de IRPF. Detrás de sus silencios, muecas faciales, tics nerviosos y a veces temblores de piernas, se esconde un hombre dubitativo que utilizó un logopeda también pagado por el partido. Para la historia queda aquel momento en que, al borde de un ataque de nervios, deambulaba por los pasillos del Congreso y tuvo que ser su paisana, la ministra Ana Pastor, la que le corrigiera sus pasos, pues iba directo a los despachos del Grupo Socialista en lugar de al hemiciclo. “¡Mariano, Mariano, que eso es el PSOE!”, captaron las cámaras.
También fue memorable su “lapsus” cuando confundió Perú con Cuba en un acto diplomático. Los “años oscuros” de Rajoy en Madrid hasta que lo hacen vicesecretario del PP nacional en abril de 1990 son de una opacidad escamante y de una ociosidad manifiesta. Cuando llega al Congreso se adscribe a la comisión de Justicia y a la Constitucional, que es la que menos se reúne al cabo del año. Sorprende que pidiera una comisión que es tradicional “cementerio de elefantes” cuando tenía solo 31 años, lo que evidencia que el rutinario trabajo parlamentario le fatigaba. De ahí que sus enemigos internos acuñaran el calificativo de “vago” para definirlo. Ya en la siguiente legislatura repite estas escasas labores, y salvo 8 meses (con largo verano de por medio) que preside la comisión de RTVE, Rajoy pasa más tiempo fuera que dentro de la cámara. A la siguiente legislatura, abandona la comisión de Justicia por la más plácida de Administraciones Públicas y ya desde entonces no vuelve a pisar una comisión parlamentaria, pues la de Reglamento y la Diputación Permanente son instituciones que se reúnen muy pocas veces.
Fuentes:
Los peores momentos de Rajoy: la carta de Gabriel Elorriaga, el primer dirigente del PP que lo caló.
Fuente:http://espiaenelcongreso.wordpress.com/2013/07/16/rajoy-llego-como-diputado-alquilado-y-hoy-disfruta-de-pisos-chales-y-mucho-dinero-bancario-sin-creditos/#more-1809
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