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domingo, 8 de junio de 2014

Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, la calle no estaría tan cabreada

Zaragoza


Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, la calle no estaría tan cabreada porque ni sería príncipe ni hubiera aceptado ponerse una corona llena de sangre y mierda sin recibir un solo voto de nadie. Aunque con menos asistencia que el lunes pasado, medio centenar de ciudades volvieron este sábado a decirle a él, y a quienes le sustentan, que se vayan, como dice Olga Rodríguez en su artículo.


Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata entendería que ahora, en pleno siglo XXI, le corresponde poner fin a una institución obsoleta y antidemocrática como la monarquía para dejar paso a la soberanía popular. No basta con un referéndum en el que los ciudadanos podamos elegir si la monarquía continúa o no. Al igual que no votamos solo una vez en la vida para decir sí o no al presidente del Gobierno, tenemos derecho a decidir a menudo quién debe ocupar la jefatura del Estado.




Zaragoza




Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata entendería que la existencia de un Jefe de Estado llegado a tal por herencia real y sanguínea, con privilegios espectaculares, es un residuo de épocas oscuras en las que a los ciudadanos se les imponía ser simples súbditos.




Zaragoza



Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata admitiría que la herencia de su cargo se corresponde a una imposición que se remonta al golpe de Estado que acabó con la II República, democrática, para sembrar años de terror, represión e impunidad.




Zaragoza



Si el prínicipe Felipe fuera un auténtico demócrata  reconocería que la impunidad sobre la que se construyó la tan mitificada Transición tiene como base el olvido, la desmemoria, y el rechazo a la verdad, justicia y reparación para tantos ciudadanos que lucharon por la democracia.



Zaragoza



Democratizar la jefatura del Estado a través de un referéndum es un primer paso, pero no el último. La imaginada Tercera República no se limita a liturgias, insignias, cánticos y banderas. En el imaginario colectivo la Tercera República conecta con ese otro mundo posible en el que la soberanía popular no se reduzca a tan solo palabras huecas



La portada censurada de El Jueves, en la Puerta del Sol tras la manifestación de ayer



Desear una Tercera República no es solo decir basta a la Casa Real, impregnada de privilegios y casos de corrupción. Es también, y sobre todo, reivindicar una democracia realmente participativa, es defender un mundo en el que no se criminalice la protesta, en el que la economía esté al servicio de la gente y no de una élite. Es reivindicar una nueva forma de entender la política.



Huesca



Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, renunciaría a eso que llaman 'su herencia', a sus privilegios, bajaría al mundo de los mortales e intentar, si lo deseara, trabajar junto con tantos otros por una democracia participativa y real.



Teruel







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