Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


jueves, 9 de octubre de 2014

La arcada El perro como metáfora.



La arcada

El perro como metáfora. Por Mariano Alameda.


España, desde el atlántico hasta el mediterráneo, se está percibiendo por su propia sociedad como un basurero inmenso donde la podedumbre está asfixiando los restos que quedaban de las buenas voluntades de su gente. 


España convulsiona psicológicamente desquiciada. Como si de una arcada nacional se tratase, las contracciones de la sociedad pronostican la necesidad de una inmensa vomitada general. No se puede aguantar tanto veneno en el cuerpo social sin que se produzca una reacción que busca la salud de todos.

Los políticos no entienden la sociedad de la nueva información. Hasta ahora, el control de los medios de comunicación de masas permitía el manipular la opinión pública manejando el mensaje. Siguen intentándolo al antiguo modo, manipulando de modo patético los medios que dependen del poder.


 Es literalmente asqueroso ver como el periodismo se ha transformado en tantas ocasiones en seguidismo de partido intentando envenenar la verdad para que las pobres gente digieran la verdad que les interesa. Atentos a contar la voz de su amo. Pero ya no nos sirve. Ahora no. La aparición de los móviles multiconectados y de las miles de herramienta de recepción e información hace que prácticamente la totalidad de la población (que quiera) se entere de todo lo que sucede instantáneamente.


Además, el pueblo accede a todas las versiones de la expresión individual que escriben las gentes de cada acontecimiento. Todo el mundo opina de todo. Y la realidad social, política y económica que expresamos no puede dar más que arcadas.


La clase política, cobarde y perdida en sus recursos anticuados, olvidaron que su labor es beneficiar al pueblo, hacer que tengan más libertad, más recursos, más posibilidades de desarrollarse. En vez de a eso, se dedicaron a ellos mismos y a cultivar su poder. Atenazados por el yugo psicópata de los poderes financieros internacionales globalizados que han hecho perder poder real a los estados en un intercambio de dinero por soberanía, nuestros políticos no han hecho otra cosa que sacrificar los bienes del pueblo al altar de los adinerados con el fin de evitar que los inversores destruyan el país.


La sociedad vive así esclavizada por amos que no conoce, por poderes ajenos y lejanos a los cuales no se les puede llevar la contraria. Nuestros políticos, entre la espada y la pared, decidieron, como siempre, arrimar el ascua a su sardina y ponerse del lado de los grandes datos y olvidar a la gente real. Dicen que la situación mejora. Y quizá sí, sobre el abono producido por el sacrificio de las clases pobres. Los bancos y las megacorporaciones acumulan ingentes cantidades de beneficios mientras que la gente real sobrevive chapuceando sintiéndose culpable por buscarse la vida como cada uno puede. No va venir nadie a salvarnos.


El sistema se está desmontando a sí mismo. Miles de corruptos, desde las más altas esferas hasta los niveles más bajos de poder, esperan imputados su momento para ser juzgados. Los antaños poderosos pasan de prestigiosos a sinvergüenzas. El sistema estaba podrido de norte a sur y de este a oeste. La oleada de podredumbre es tan grande que no da tiempo de digerirla y empezamos a notar que hay ganas de vomitar. Los que no están en la cárcel están esperando su turno.


La justicia, cortada de recursos, mangoneada y amenazada con inhabilitaciones si alguno se pasa de punitivo, casi no puede hacer su trabajo. Hay jueces que ya no pueden serlo porque se han atrevido a ir más arriba o más al fondo de lo que era esperado. No hay organización, institución o partido que no lleve en sus filas el bochorno del tráfico de influencias, el robo, el aprovechamiento o la deshonestidad. Desde la realeza hasta el último concejal de pueblo.


 Desde la iglesia hasta los sindicatos.

 El sistema completo bajo sospecha. La nausea total. El descubrir que la casa era en realidad un estercolero. Ya olía hacia tiempo, pero al quitar las alfombras ha sido dantesco.


En este país nuestro, además, solemos preferir la histeria a la historia. Como en toda crisis dónde se colapsa la economía, surge como solución el sálvense quién pueda: el desmembramiento de los estados en sus partes. La historia lo ha demostrado muchas veces. Protegiéndose en una ilusión que como casi todas, producirá desilusión, se realice o no y -aprovechando el río revuelto-, cada uno busca una solución para sí mismo parapetándose detrás de la ilusión de una valla imaginaria.


 Muro que solo sirve para dejar fuera a quienes han decidido culpar de lo que te pasa. No hay nada que dé más falsa seguridad que inventarse un enemigo contra el que luchar. Sin embargo, al replegarte, te encierras con aquello de lo que huyes. Además, no te puedes “ir”. Los territorios son inamovibles, no se mueven del sitio. Solo ponemos vallas, echamos a los que nos gustan y cambiamos el trapo de color.


 Pero claro, los otros, los inamovibles, en vez de entender las razones de quién protesta y exige ser escuchado, prefieren seguir la teoría del “ladra chucho que no te escucho”. Los gobernantes de cada parte fingen muecas amables pidiendo diálogo mientras mantienen inflexibles sus posturas culpando al otro de todo.


El nauseabundo olor lo llena todo: dinero bajo cuerda, financiación ilegal de partidos, chantajes, comisiones, tarjetas negras, mentiras directas, cambios de opinión según afecte a los míos o no, jueces incapacitados, leyes que se cambian o se mantienen según me convenga, declaraciones obsoletas a los dos días, programas electorales al cajón de olvidar, mentiras mediáticas, corporativismo, cambios de disfraz, cucamonas partidistas, derroche mastodóntico y absurdo, periodismo de campaña, manipulación de datos, acusaciones falsas, fariseísmo, negligencia o directamente estupidez.


 No hay que devanarse mucho la cabeza. Cualquier telediario te versiona toda la gama de actos decadentes. La sociedad asqueada clama con el silencio de sus gritos digitales en cada twitt.


Al menos las montañas nos siguen mirando inmóviles, estáticas, vistiéndose de las estaciones del año, viendo pasar siglo tras siglo mientras los pobres humanos pasean su importancia personal inflados de autobombo en sus tan, ay, breves y para muchos, absurdas existencias.


El mundo entero está convulsionando. En las tierras de oriente donde reina la parca desde hace milenios, los asesinos de mentalidad medieval se mezclan con los asesinos de la tecnología avanzada.


 Unos degüellan, otros bombardean desde los mandos de sus pantallas. Pero todos se matan unos a otros en una orgía de razones mientras que el planeta extingue sus especies calentado por la contaminación y la violencia como una resistencia al horno.


Y mientras, los otros, aprovechando o directamente dirigiendo la situación: ganando dinero en bolsa.


Las farmacéuticas en la linea de salida preparadas para forrarse, los fabricantes de armas encantados con los terroristas y con tener que armarlos a todos y matarlos a todos y atarlos en las tinieblas en la tierra de oriente donde nacen las sombras.


 Y mientras, accionistas que comprueban el chollo de invertir en minas antipersona y en prótesis para discapacitados por las minas anti-personas. Sentido común económico. Todo sacrificado al dios que gobierna la Tierra: el dios DINERO.



Todos contra todos. Vale todo.


Y para rematar la faena, epidemias. En nuestro caso, a nuestro estilo, con esperpento valleinclanesco. Quizás es que también teníamos una salud por encima de nuestras posibilidades.


Ese perro tan famoso es la metáfora de todos nosotros. Luego nos sorprendemos de que la población con corazón se manifieste indignada por su sacrificio ¿Nos extraña? Ese perro no es ese perro. Ese perro es nosotros. En él vemos la inocencia que ya perdimos corrompidos por los corruptores profesionales. Culpado, juzgado y castigado por lo que han hecho otros. Es un animal inocente, que va a pagar los errores de gente que no conoce. Gente que decide sobre su vida y su muerte.



Un ser que se ha encontrado metido en un problema desde la paz de su sofá. Uno que como todos, jugaba con sus amigos y sólo quería vivir feliz. Y porque los poderosos se pusieron a jugar ahora está acusado, inocente total, de estar apestado. Todo vale, como con la población, no pasa nada por estrangular la sanidad, la educación, la justicia. No pasa nada porque la energía sea impagable, por abandonar a miles a la beneficencia, todo vale.


Todos nosotros como el perro, inocentes e inmolados en el altar del bien posible futuro, mientras que la realidad nos acusa mientras nos estrangula. Hay que apretarle el cinturón, para que no viva por encima de sus posibilidades.


Luego, esos, los mezquinos, se asombran de que las gentes estén previendo la imperiosa necesidad de hacer una buena nausea y arrojarlo todo. Así va a acabar siendo. Votando o no votando. Porque estamos empachados de veneno y, a la vez desnutridos.



Irracionalidad, miseria moral, codicia, egoísmo nacional, regional, vecinal, familiar, de pareja. Tiempos oscuros.


Los chamanes llaman a vomitar “aliviarse”. A lo mejor necesitamos una buena, aunque sea desagradable y deje mal sabor de boca, pero que después nos alivie, y nos de gana de respirar y de empezar de nuevo. Poder recuperar un poco de aquellos valores de la Verdad, la Belleza, la Bondad...


A lo mejor es que necesitamos revisarlo todo a fondo y empezar otra vez, pero esta vez en serio.


Ojalá podamos recuperar la inocencia que tan lejana parece ya.


 La inocencia que siguen teniendo todos los animales para el que todavía lo puede ver.



  Por Mariano Alameda.



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