En tiempos de los traficantes sin escrúpulos de seres humanos y la
trata de blancas, cuesta creer que las enormes cifras del negocio de la
prostitución permitan a las mujeres que la ejercen tomar su propia
decisión. Pero existe un porcentaje mínimo de mujeres que han hecho del
amor una profesión de forma voluntaria.
Llevaba una década alejada del ejercicio de la
prostitución, aunque no de su combate en defensa de dicho oficio.
La última voluntad de Grisélidis fue la de ser enterrada en este prestigioso lugar. Deseaba que el epitafio en su lápida sepulcral dijera: “escritora, pintora, prostituta” para sostener la lucha por el respeto y la dignidad de los trabajadores y las trabajadoras del sexo.
A su entierro concurrió lo más selecto del mundo intelectual, estudiantes, políticos, bohemios, sus colegas y sus antiguos clientes nostálgicos de sus favores y caricias. Toda la ciudad la lloró y le rindió un homenaje que aún se prolonga. No se recuerda un cortejo más concurrido, emotivo y multitudinario. El barrio de Pâquis estuvo de duelo toda una semana y su principal calle, “la rue de Berna”, fue bautizada con su nombre. El día de su muerte nadie ejerció, y hasta los “chulos” y proxenetas lamentaron su pérdida.
Grisélides Real no fue una prostituta común y corriente. Era la reina, pero no por sus hazañas de cama sino por su lucha en favor de la profesión, por su carisma intelectual y por su capacidad para denunciar la hipocresía de una sociedad mojigata y austera a través de sus escritos.
Nació en Lausana en 1929 en el seno de una familia de intelectuales acomodados Pasó su infancia en Egipto, dónde su padre dirigía la Escuela Suiza de Alejandría y también en Atenas, donde éste falleció cuando ella tenía nueve años. Tras perder a su padre volvió a Lausana. Vivió en permanente enfrentamiento con una madre autoritaria, y se matriculo en la Escuela de Artes Decorativas de Zurich, donde se diplomó en 1949 e intentó vivir de la pintura.
La única forma de salir de casa era casándose, y lo hizo con 20 años. En 1952 tuvo a su primer hijo. La relación de pareja no duró pues existían constantes tensiones con su marido fue víctima de maltrato. Decidió abandonarlo, e inició otra relación de la que nació su segundo hijo. Este hecho, en la sociedad suiza de los años cincuenta, le valió la pérdida de la custodia de los niños.
Recuperó ilegalmente a sus hijos del centro de acogida en el que habían sido confinados y huyó con ellos a Alemania. En Munich, para sobrevivir y mantener a su descendencia empezó a prostituirse y al mismo tiempo, descubrió el jazz, la música gitana y los ritmos latinoamericanos que la acompañarían durante toda su vida junto con la música clásica y el flamenco.
Grisélidis siempre reivindicó que por sus venas corría sangre gitana y durante el tiempo que estuvo en Alemania pasó periodos de su vida en un campamento de nómadas y fue adoptada por un jefe de tribu gitana, experiencia que narra magistralmente en la novela biográfica El negro es un color.
Esta novela no es sólo el relato de la vida de una mujer que empieza a prostituirse sino también un canto de amor. Amor por un soldado estadounidense negro y por un patriarca gitano, sobreviviente de los campos de la muerte, que con su familia la acoge y la protege.
Fue deportada de Alemania y en la década siguiente se convierte en la gran “ramera revolucionaria”, tras comprometerse en los movimientos de prostitutas de Lyon y París, que emergieron a mediados de los años 70. Cabe señalar que ella misma se proclamaba ramera, “para no ser hipócrita”, decía.
Pese a su origen social, su belleza y educación, Grisélidis Réal eligió ser puta en el popular barrio de Pâquis, en Ginebra, y la frecuentaban sobre todo humildes trabajadores españoles, portugueses, italianos, franceses, turcos y árabes. El ambiente de ese barrio de clase obrera inmigrante es lo que nos traslada a través de su escritura esta mujer que reivindicó su trabajo como un servicio a la sociedad y luchó por la dignidad, los derechos y el respeto de las prostitutas.
Grisélidis Réal combatió de dos formas: por un lado fue activista del movimiento en defensa de los derechos de las prostitutas, y en ese combate fue una de las líderes de la rebelión de 500 trabajadoras del sexo que en 1975, ocuparon la capilla Saint-Bernard, en el parisino barrio de Montparnasse.
Como “ramera revolucionaria” estuvo en Nueva York, Ámsterdam, Francfort, Bruselas, Stuttgart y en cuanto lugar se hacía necesaria la voz de una “puta intelectual”, como ella misma se calificaba.
En Ginebra fundó el “Centro Internacional de Documentación sobre la Prostitución” (CIDP) y fue también cofundadora de una asociación de ayuda a las prostitutas (Aspasie). Más tarde se convertirá en la portavoz de las prostitutas del mundo entero.
Se inició en la escritura en 1963, durante los cinco meses que estuvo presa en la cárcel de mujeres de Munich por haber vendido marihuana en los cuarteles del ejército estadounidense en Alemania. En la cárcel comenzó a escribir un diario. Este “diario de una desesperada” fue descubierto entre sus papeles por sus hijos, tras la muerte de ella en mayo de 2005 y fue publicado en 2008 con el título Suis-je encore vivante? (¿Estoy viva todavía?) A través de este texto descubrimos a una mujer que sufre debido a la separación de su progenitura y la insoportable falta de libertad.
Una mujer que se deprime e intenta suicidarse, pese a que ha escrito que no lo hará porque desea vivir para amar, proteger y alimentar a sus hijos. Y si a fin de cuentas consigue sobrevivir es gracias a la pintura y la escritura.
Su obra literaria la conforman dos libros que tienen traducción al castellano: Le noir est une couleur (El negro es un color) y La passe imaginaire (El polvo imaginario), y además Les Sphinx (Las esfinges), A feu et à sang (A sangre y fuego), reunión de su poesía, Suis-je encore vivante? (¿Estoy aún viva?), un diario, y Carnet de bal d’une courtisane (Libreta de baile de una cortesana), otro diario íntimo.
La mayor parte de estas obras han sido editadas o reeditadas recientemente en francés.
En los últimos años los textos de Grisélidis Réal han sido llevados al teatro. Dos ejemplos de ello son: Grisélidis, la catin révolutionnaire de Anne Papin y Régine Achille-Fould, y LB25, de Valérie Bracq y Olivier Tchang-Tchong.
La mejor manera de conocer su biografía y de acercarnos al lejano mundo que puede parecernos el tímido movimiento organizativo de prostitutas en Europa, puede ser mediante el documental Muerte de una puta, realizado por la española Harmonía Carmona. Prostitutas de Bélgica, Suiza, Italia y España que comparten con Grisélidis Real la fortaleza para reivindicarse como trabajadora del sexo y no morir en el intento, rompiéndote los esquemas.
Personas que narran su experiencia en la prostitución y que militan en asociaciones de toda Europa trabajando por el reconocimiento de derechos del trabajo sexual.
Su legado fue dignificar la prostitución.
“Digan lo que digan nuestros detractores de uno u otro sexo, esos integristas de la moral que defienden una ‘virtud’ que los ahoga, nosotras reinamos sin competencia alguna en nuestro terreno que es compasión, elegancia y un conocimiento debidamente adquirido tanto del alma como del cuerpo humanos.” (Grisélidis Réal)
“Treinta años de prostitución marcan, estragan el cuerpo y el alma y os dan, también, un inmenso amor a la vida, respeto humano por el sufrimiento del Otro, por su soledad, por su desesperación al ser privado de mujer y de ternura, por sus propios fracasos, que se unen a los vuestros, y si el más allá existe deseo danzar al son de músicas gitanas, beber alcoholes maravillosos, y reencontrarme con mis hombres, aquellos que he amado, aquellos que he odiado, ayudado, aliviado, esperado, atendido, rechazado, reconfortado y tenido por encima de todos los prejuicios, los tabúes, las hipocresías de esta moral enferma e inhumana que no me ha matado, de la que simplemente me he evadido hacia una mayor libertad, arriesgando mi vida.” (Grisélidis Réal)
“La prostitución es un arte, un humanismo y una ciencia” (Grisélidis Réal).
María Torres.
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