Un joven sin sentido en Bellvitge con la jeringuilla colgando del brazo
y al fondo el rostro deshecho de su madre.
El comandante Corrales dejó la bolsa con treinta
gramos de heroína en la vivienda del camello conocido como el “El Chinchilla”.
Era una droga desconocida hasta ese momento en la Canarias de los años 70. El
narco de poca monta recogió un gran fleje de billetes de 1.000 pesetas,
entregados en mano por el guardia civil. No habían pasado cinco años de la
muerte de Franco, la pseudomemocracia española daba sus primeros pasos, la
consigna del nuevo régimen era clara: Enganchar a la droga a millones de
jóvenes en Euskadi, Catalunya, Madrid, Galicia, Valencia, Andalucía, Asturias y
las islas, anular su capacidad de lucha, cualquier iniciativa revolucionaria.
El narcotraficante comenzó disciplinadamente el
reparto entre sus vendedores habituales de Tamaraceite, La Isleta, El Risco de
San Nicolás, San José…, se vendía muy barata, en muchos casos se regalaba a muchachos
que apenas superaban los 15 años, de repente la dama blanca inundó los barrios
de las islas, cada pueblo del archipiélago sintió los estragos de este derivado
del opio, para en pocos meses, apenas medio año, comenzar a verse heroinómanos como
zombis por las calles, gente muy flaca, robando radio casetes de los coches,
forzando comercios, pegando tirones para conseguir dinero para la dosis diaria.
Nada que ver con los efectos de la coca, el hachís, la mariguana, las
anfetaminas que se conseguían con receta en farmacias. Aquello era distinto,
destruía familias, los afectados, chicos y chicas, les robaban a sus propias
familias para drogarse cada día.
Una verdadera plaga de papelinas y alucinaciones colectivas
convirtió las islas en un verdadero territorio comanche: atracos, muertes con
la jeringuilla en el brazo en cualquier portal, en los parques de la ciudad de
Las Palmas, en barrios como Schamann, Escaleritas, El Batán, Pedro Hidalgo,
Guanarteme, no había un lugar donde no se vieran las víctimas de la premeditada
estrategia del estado, siguiendo instrucciones de los cerebros de los servicios
secretos norteamericanos, tal como ya venían haciendo en otros países, sobre
todo de Latinoamérica, que prepararon a conciencia con la dictadura fascista el
necesario recambio de régimen, la conversión de un sistema totalitario en un
montaje monárquico con los mismos franquistas cambiados de chaqueta, con parte de
una izquierda PSOE-PCE cómplice directa de este escarnio a la memoria, a la
dignidad de quienes pagaron con su vida o la cárcel su lucha por la democracia,
argumentando que era para evitar que los sectores más involucionistas dieran un
nuevo golpe de estado, que la “reconciliación” de las dos Españas era
necesaria, abonando el terreno para solo una de sus Españas, la del saqueo, la
corrupción y el terrorismo de estado.
Firmaron los “Pactos de la Moncloa”, elaboraron una
Constitución a la medida del poder financiero, de la banca, una Carta Magna de
la que no se ha cumplido casi nada, impusieron un nuevo formato de dictadura,
con los mismos ladrones y criminales en el poder, construyendo un nuevo país
sobre los huesos de las fosas comunes y cunetas de más de medio millón de
demócratas y antifascistas asesinados, masacrados en 40 años de terror, torturas
y crímenes de lesa humanidad.
“El Chinchilla” se hizo millonario en pocos años como otros de su misma calaña, algunos se reciclaron en constructores, otros
hicieron sus pinitos en política como concejales o consejeros de los
Ayuntamientos y Cabildos, destruyeron las vidas de cientos de miles de familias
canarias, vascas, catalanas, valencianas…, la muerte inundó los barrios
humildes, arrasó por la pacífica vida de millones personas honradas, de jóvenes
que habían corrido muchas veces delante de los grises, que tenían la esperanza
de una sociedad mejor, más justa, democrática, participativa, donde los valores
de la República se recuperaran para un pueblo con inmensas ansias de libertad, pero todo fue una mentira, muchos acabaron sus días
inyectándose la última dosis en cualquier basurero, viendo lo borroso del mundo,
una especie de sueño, de pesadilla irreal antes de cerrar los ojos para
siempre.
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