Nos aseguran que durante las próximas dos semanas, en la Cumbre de París, se negociará la decisión más importante en la gobernanza mundial del cambio climático de los últimos 23 años. Pero nos pasa como en el cuento del lobo: tantas veces gritaron que venía el lobo -sin ser cierto-, que cuando vino de verdad fue demasiado tarde para el pastor. En este caso el "lobo" del calentamiento global no ha dejado de venir, al igual que la emisión de toneladas de CO2 a la atmósfera.
Kioto y Copenhague han servido para poco, salvo para que los grupos
ecologistas hayan creado una cierta conciencia del mundo en el que
vivimos. Por lo demás, por parte de los jefes de Gobierno, las promesas
resultaron ser un fraude. Entonces, ¿por qué París va a ser distinta? Es
verdad que hay tres mil medios de comunicación acreditados. Y que se
juntan los representantes de casi 200 países. Es cierto que es una
cumbre monotemática. Pero también es verdad que los intereses creados
son colosales.
En 1997, Estados Unidos, China e India -las grandes potencias contaminantes- se negaron a firmar un compromiso para no envenenar la atmósfera con miles y miles de toneladas de CO2, las llamadas emisiones de efecto invernadero (que sólo en China mata a más de 2 millones de personas). Sí lo firmó Canadá. ¿Y qué pasó en Canadá? Sencillamente que la industria petrolera le dobló el brazo al Gobierno de ese país. También lo firmó la Unión Europea, sucediendo otro tanto, ya que los países europeos compraron derechos de Emisión de CO2, lo que sólo en el caso de España ha supuesto un desembolso de 800 millones de euros en 2012, para eludir las multas.
"Navegamos en medio de un gran desastre mundial. Y pareciera que, con los brazos cruzados, estamos diciendo bobadas entre nosotros... ¿Hemos llegado al límite de lo que podemos dar? Tengo esa angustia, pero no tengo respuestas", le escuchamos ayer decir a Pepe Mujica. Palabras que parecen apelar a los dirigentes que estos días se vuelven a juntar para hablar de algo fundamental para la vida. Para la vida propia y la de nuestros hijos, nietas y lo que venga después. Para vida en la Madre Tierra.
¿Hemos llegado al límite de lo que podemos dar?
En 1997, Estados Unidos, China e India -las grandes potencias contaminantes- se negaron a firmar un compromiso para no envenenar la atmósfera con miles y miles de toneladas de CO2, las llamadas emisiones de efecto invernadero (que sólo en China mata a más de 2 millones de personas). Sí lo firmó Canadá. ¿Y qué pasó en Canadá? Sencillamente que la industria petrolera le dobló el brazo al Gobierno de ese país. También lo firmó la Unión Europea, sucediendo otro tanto, ya que los países europeos compraron derechos de Emisión de CO2, lo que sólo en el caso de España ha supuesto un desembolso de 800 millones de euros en 2012, para eludir las multas.
"Navegamos en medio de un gran desastre mundial. Y pareciera que, con los brazos cruzados, estamos diciendo bobadas entre nosotros... ¿Hemos llegado al límite de lo que podemos dar? Tengo esa angustia, pero no tengo respuestas", le escuchamos ayer decir a Pepe Mujica. Palabras que parecen apelar a los dirigentes que estos días se vuelven a juntar para hablar de algo fundamental para la vida. Para la vida propia y la de nuestros hijos, nietas y lo que venga después. Para vida en la Madre Tierra.
¿Hemos llegado al límite de lo que podemos dar?
Ezkerra-Berdeak La Izquierda Vasca
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