Pablo Iglesias con María Teresa Campos, la vicepresidenta en globo… Un intenso fin de semana de telepolítica
“La televisión es un medio fundamental de socialización política. Son más importantes los platós que los parlamentos”,
dijo Pablo Iglesias el viernes, entrevistado por Pedro Piqueras en
Telecinco. Lo ha repetido muchas veces, pero mientras hace un año sonaba
animado, el otro día lo soltó con fastidio, como suspirando por llegar
al Congreso de los Diputados y no tener que coger la guitarra en cuatro
años.
Que la televisión es
decisiva lo saben en Podemos y en todos los partidos, en estas
elecciones más que nunca. Y a eso dedicaremos este blog de aquí al 20D: a
comentar la fiebre catódica de los candidatos, a los que estos días
solo les falta salir en Clan, y no lo descarto. Fiebre de los
candidatos, y de los espectadores (a.k.a. votantes): si hace cuatro
años, en plena ola de indignación y repolitización, nos hubieran dicho
que en 2015 no estaríamos discutiendo en las plazas sino tuiteando desde
el sofá la tertulia del sábado noche… Pero claro, se nos olvida que la
mayoría de ciudadanos vio el 15-M… por la tele.
La telepolítica es el nuevo fútbol:
la vemos a todas horas, la comentamos en la pausa del café, repetimos
las mejores jugadas, y cada semana hay un partido del siglo. Y si de
deporte televisado hablamos, ahí está el campeón del sofá: Mariano
Rajoy, confeso espectador de cualquier cosa olímpica que echen por la
tele. ¿A qué se dedica estos días Rajoy, mientras otros candidatos se
queman bajo los focos? Obviamente, a ver la política desde el sofá, como
cualquier hijo de vecino.
Mientras sus rivales sudan,
cantan, ríen y hasta hablan de política, él los sigue con el mismo
entusiasmo que al Madrid o el Tour. Y como nosotros, discute a voces con
la tele, comenta el ridículo de uno, el zasca de otro, salta en el sofá
y da collejas a su hijo llevado por la emoción.
El fin de semana deportivo
de Rajoy empezó el viernes, con otro partido del siglo, que no era en la
tele pero sí en streaming: el Iglesias-Rivera de la Carlos III, segunda vuelta de aquel partido del siglo que vimos en Salvados.
Si el arbitrado por Évole pilló despistado y bajo de forma a Iglesias,
esta vez se había entrenado, observado vídeos de su rival y ensayado
unas cuantas jugadas. Le salió mucho mejor, frente a un Rivera que va a
llegar al día 20 pidiendo la hora.
Los “abuelos” también votan
El sábado, en horario futbolero, Rajoy merendó viendo a Pablo Iglesias en ¡Qué tiempo tan feliz!
Para el de Podemos, la entrevista de María Teresa Campos fue como un
partidillo relajado entre la pelea en el barro con Rivera y el pressing catch
que le esperaba el domingo con Ana Pastor. Iglesias eligió unas cuantas
“canciones de mi vida”, pero nada de Krahe ni Los Chikos del Maiz: el
eficacísimo equipo de comunicación de Podemos había estudiado bien el target
del programa.
Además de elegir canciones aptas para toda la familia,
Iglesias no paró de dirigirse a los “abuelos”, esos votantes que no
acaban de conectar con Podemos.
Rozó la gerontofilia de
tanto amor hacia quienes “van a votar con sus nietos” y “están
recuperando la ilusión” de la transición y del 82. Abuelos y mujeres, le
soplaron antes de entrar: si con los primeros dijo estar en deuda, a
ellas les mostró su “sensibilidad femenina” y les dedicó las primeras
medidas. Aguantó media hora sin fruncir el ceño, que tiene mérito, y
solo se le agrietó la frente cuando María Teresa, pasados los efectos de
la nana,
aparcó el tono meloso y preguntó por Venezuela. La pregunta era tan
torpe que Iglesias escapó fácil, pero para que los abuelos no se
alterasen, echó mano del comodín de los fichajes: “En nuestra lista hay
un general, un guardia civil, jueces…” Un partido de orden, vaya.
Soraya le hace el Camino a Rajoy
Después de quedarse dormido el sábado viendo a Pedro Sánchez (que sonreía muy fuerte a los ciudadanos que le preguntaban en La Sexta Noche),
el domingo Rajoy se cenó el yogur siguiendo a su vicepresidenta, esta
vez en deporte de riesgo. La prueba de que Sáenz de Santamaría es la
sucesora no es que Rajoy la mande en su lugar al debate de candidatos,
sino a Planeta Calleja. Y ya que iba como
sustituta, Soraya se aplicó en ser Rajoy. No es que sea de habitual muy
flamenca, pero nunca la habíamos visto tan sosa, tan gris. Tan Rajoy.
¿Era la misma mujer que le partió la cadera a Pablo Motos?
Lo malo de la política
espectáculo es que el espectador cada vez necesita más emociones y más
fuertes. Una vez has visto a Pedro Sánchez trepar por un molino y a
Rivera volcar en un rally; cualquier cosa sabe a poco. Un todoterreno
salpicando barro y un paseo en globo no es lo que uno espera a estas
alturas de la temporada. Y menos con una vicepresidenta tan insípida. A
falta de riesgo, recochineo: a Soraya le tocó hacer un tramo de Camino
de Santiago, que sería la prueba que le habría caído a Rajoy de haber
participado. Y para más sorna, hablaron por teléfono con el presidente,
que nos regaló una autocaricatura: con voz de recién despierto o recién
dormido, dijo que estaba viendo el fútbol (“aquí, con mi hijo Mariano”),
y hasta retransmitió el tercer gol de Neymar. Ella se vengó hablando en
correcto inglés con todos los peregrinos que se le cruzaban.
Iglesias con el piloto automático
Ya con los dientes lavados,
Rajoy se quedó dormido en el sofá viendo la entrevista de Ana Pastor al
líder de Podemos, cierre de un intenso fin de semana. No fue el único
dormido ante un Iglesias que parecía haber preparado la cita con un
simulador de entrevistas: menos espontáneo, con mucho piloto automático y
demasiadas frases que repite idénticas en cada ocasión (en casa tomamos
un chupito cada vez que dice que “ninguna encuesta anticipó el cambio
en las europeas ni en las municipales…”).
Contagió de su automatismo a
la propia Pastor, correcta pero más rutinaria que otras veces; y a los
espectadores, que hace meses no habríamos podido dormir en toda la noche
de la excitación, pero ayer dábamos cabezadas como Rajoy, que se fue a
la cama temprano, que hoy lunes hay otro partido del siglo.
Isaac Rosa | El Diario | 30/11/2015
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