Si la tuvo algún día, hace mucho que
perdió la gracia. Esperanza Aguirre lleva meses enseñándonos
su verdadero rostro. Se ha convertido en un personaje vulgar, rastrero,
faltón. Está logrando cerrar su lamentable carrera política con un
broche maloliente de rabia y frustración, nada que ver con el oro del
poder que a ella le habría gustado.
Aguirre fue la lideresa en torno a la cuál se gestaron la Gürtel y la Púnica.
La que fichó a un buen puñado de diputados autonómicos y alcaldes que
terminaron procesados por corrupción. La que impulsó la macro ciudad de
la justicia, que aún sin existir, tanto dinero y frustraciones nos ha
costado a los madrileños. La que quería a toda costa privatizar el Canal
de Isabel II, solo salvado por la campana de la crisis. La que permitió
los desmanes de Caja Madrid. La que un día prohibía construir más de
tres alturas y otro las rotondas por puro capricho.
La que desde una Telemadrid amordazada dio alas a la teoría de la conspiración del 11-M. La que ahora se escandaliza por nada pero ingresó en su cuenta
un cheque de 5 millones de euros y aún no ha explicado de dónde
salieron. La amiga del alma y protectora de Arturo Fernández, uno de
los españoles que más dinero deben a la hacienda pública.
La presidenta de Comunidad Autónoma más generosa con la publicidad
institucional y los patrocinios que alimentaron durante años a sus
medios más cercanos.
La que aparca donde quiere y se fuga de la
autoridad para refugiarse en su palacete protegida por agentes de la
Guardia Civil que pagamos entre todos.
La que pasaba parte de las
facturas de la luz del palacete a la Comunidad de Madrid, pero se
quejaba -pobrecita ella- de no tener pagas extra y no llegar a fin de
mes. La que contra la opinión de los vecinos construyó un enorme campo
de prácticas de golf en uno de los barrios madrileños con menos parques.
La que relacionaba a Podemos con ETA. La ultraliberal que toda su vida
ha cobrado del Estado (salvo unos meses que le dio empleo una empresa de
caza talentos: ¡Vaya ejemplo de fichaje!).
En fin, la que ahora a la desesperada, perdidas todas sus batallas políticas, quiere darle con sus trampas, chanzas y chirigotas lecciones de ética y de vida a una Manuela Carmena que ya le respondió rotunda en uno de los debates preelectorales: “Me da pena que te veas obligada, a tu edad, a decir verdaderas simplezas”.
En fin, la que ahora a la desesperada, perdidas todas sus batallas políticas, quiere darle con sus trampas, chanzas y chirigotas lecciones de ética y de vida a una Manuela Carmena que ya le respondió rotunda en uno de los debates preelectorales: “Me da pena que te veas obligada, a tu edad, a decir verdaderas simplezas”.
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