No son pocas las personas que se
preguntan cómo es posible que un agente infeccioso como Eduardo Inda
sea capaz de ocupar un espacio ubicuo en todos los grandes medios de
comunicación de este país: desde los programas de presunta línea
progresista a los de la caverna nacional-católica, y desde la difamación
política a las tertulias futbolísticas. Y ello pese a ser, casi con
total seguridad, el personaje que despierta mayor aversión de entre todo
el generosísimo elenco mediático aborrecible.
Si este fuera un país normal, también
cabría preguntarse, claro está, y vistos los pésimos datos de audiencia
que van sumando poco a poco todos aquellos programas en los que él
participa, qué tipo de obtuso está al frente de la política empresarial
de esos medios. Pero esa pregunta no cabe, porque en este país no
tenemos grandes medios de comunicación (ni privados ni públicos), sino
un oligopolio de altavoces de propaganda que no tiene como finalidad el
rendimiento económico, y que en cualquier caso se
financia principalmente con dinero del Estado.
Dicho esto, ahora quedaría más claro por qué Eduardo Inda sigue ocupando su papel de protagonista en la deformación de la información. Pero el argumentario quedaría cojo. Falta la pieza fundamental del puzzle.

No ha sido casual que el muy monárquico
Inda haya aireado (con el imprescindible apoyo entusiasta de las también
muy monárquicas Mediaset y Atresmedia) intrascendentes
intimidades inconfesables del rey emérito. Unos suaves trapos sucios que
son solo una advertencia cauta a alguien que sigue mandando mucho, y
que como ya hizo una vez (y así se lo recuerdan), puede influir
decisivamente en favor de otros. Todo es cuestión de recordárselo.
Hasta ese punto llega el poder de los
señores de este tipo de lacayos. Unos lacayos de segundo o primer orden
que, como el excomisario Villarejo (excomisario que, si en esta ocasión
va por libre, se está pasando de listo y jugando con fuego), se permiten
llamar al orden con chulería incluso a los partidos y al propio
Gobierno.
Una ‘suficiencia’ que se describe a la perfección en este párrafo del (más que recomendable) último artículo de Patricia López y Carlos Enrique Bayo en Público:
Sólo parece haber una explicación para tanta suficiencia, y es la misma que ya adelantamos hace poco en Público al desvelar que el comisario Villarejo dirige una policía paralela al servicio de multimillonarios, que forma parte de la trama de protección en la que también participan algunos fiscales y hasta magistrados. Algo que reconoció de su propia boca el exministro del Interior cuando le dijo a De Alfonso aquello de: “Esto la Fiscalía te lo afina, hacemos una gestión”.
Y ahora sí. Así sí se comprende no solo
la profesionalmente injustificada presencia de Inda en los medios, sino
también que ningún informativo esté prestando la atención que merece
este último y absolutamente grave y vergonzoso affaire de la cloacas del
Estado.
La casta y la trama. Los trapos sucios
de un país que se descompone a espaldas de sus habitantes, pero que,
como un zombi, y aunque podrido, sigue viviendo.
Juan Carlos Monedero - Un rey entre el lobby y el chantaje
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Una ‘suficiencia’ que se describe a la perfección en este párrafo del (más que recomendable) último artículo de Patricia López y Carlos Enrique Bayo en Público:
Sólo parece haber una explicación para tanta suficiencia, y es la misma que ya adelantamos hace poco en Público al desvelar que el comisario Villarejo dirige una policía paralela al servicio de multimillonarios, que forma parte de la trama de protección en la que también participan algunos fiscales y hasta magistrados.
Algo que reconoció de su propia boca el exministro del Interior cuando le dijo a De Alfonso aquello de: “Esto la Fiscalía te lo afina, hacemos una gestión”.
Algo que reconoció de su propia boca el exministro del Interior cuando le dijo a De Alfonso aquello de: “Esto la Fiscalía te lo afina, hacemos una gestión”.
Y ahora sí. Así sí se comprende no solo
la profesionalmente injustificada presencia de Inda en los medios, sino
también que ningún informativo esté prestando la atención que merece
este último y absolutamente grave y vergonzoso affaire de la cloacas del
Estado.
La casta y la trama. Los trapos sucios
de un país que se descompone a espaldas de sus habitantes, pero que,
como un zombi, y aunque podrido, sigue viviendo.
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