La sexualidad humana presenta una dimensión muy compleja y extensa donde la diversidad de estímulos que pueden provocar interés erótico es muy amplia. Los estudios más recientes sostienen que los factores que dirigen la atracción sexual responden a un origen psicológico, genético y cultural.
Esto quiere decir que el hecho de que nos atraigan determinados rasgos o que nos exciten ciertas prácticas, viene determinado por nuestra biología individual, nuestras experiencias vitales personales y la influencia de la sociedad.
Independientemente de cual
sea el objeto de deseo de un individuo o la forma en la que prefiere
llevar a cabo su actividad sexual, se entiende que esta atracción se
dirige hacia otro ser humano con la madurez física y psicológica
suficiente como para consentir el mantener esa relación.
Cuando esto no es así, la
práctica sexual se convierte en un abuso, como ocurre en el caso de la
zoofilia, donde se recurre al engaño, a la inmovilización y a la fuerza.
Zoofilia, ¿cultural o patológica?
En algunas regiones del
mundo, así como en ambientes rurales, la zoofilia, está normalizada y
aceptada como algo habitual. En algunas zonas de latinoamérica forma
parte de la cultura del lugar la costumbre de que el niño se inicie en
el sexo y pierda la virginidad con una burra. Por
otra parte, la oferta zoofílica en pornografía es enorme, lo que nos
proporciona una idea de lo elevada que es la búsqueda en los navegadores
web.
En los conocidos estudios de
Kinsey que se realizaron entre 12.000 mujeres y 8.000 hombres, se
concluyó que un 3,6% de mujeres y un 8% de hombres admitían haber
mantenido algún tipo de contacto sexual con animales. Las mujeres solían
decantarse por incitar a que su perro o su gato les lamiesen los
genitales hasta llegar al orgasmo, empleando algún tipo de alimento
dulce como miel o mermelada.
Los hombres recurrían al coito, con
animales de todo tipo. Algunos reconocían que comenzaron estas prácticas
al haberse sentido excitados al observar la cópula de los animales
entre sí.
El componente que lleva a que un ser humano fije su objeto de deseo sexual en seres de otras especies no
se conoce a ciencia cierta, pero se intuye que podría estar causado por
una asociación accidental entre animal y excitación sexual.
Una de las características
psíquicas que frecuentemente comparten las personas que presentan esta
inclinación sexual, es la incapacidad de desarrollar habilidades
sociales para poder satisfacer sus deseos y necesidades con otro humano.
La relación con animales les ofrece la posibilidad desahogar esos
impulsos insatisfechos, permitiéndoles en todo momento, tener el control
de la situación.
A nivel médico, por tanto, la zoofilia se cataloga como una desviación sexual o trastorno parafílico que además, supone un abuso físico hacia otros seres que no poseen la capacidad para dar o negar su consentimiento.
Un periodista de la revista
VICE viajó a una zona rural para comprobar hasta que punto la zoofilia
era algo usual en la zona. “A la burra se la monta por la vagina. Al
macho se le amarra una cuerda a los testículos hasta que cae al suelo y
se le sujeta a una especie de pedal. Cuando se presiona este pedal, el
burro contrae el ano, mientras está siendo penetrado”.
Marco legal
España no es el único país en el que no hay una regulación
clara para proteger a los animales de los abusos sexuales. El Código
Penal solamente contempla como delito los casos de explotación sexual y
prostitución o de maltrato con “lesiones graves o muerte”. En países
como Alemania, la situación es similar, y la zoofilia propiamente dicha
no se considera delito.
Los daños y secuelas que pueda sufrir un animal
como consecuencia de una agresión sexual, se tipifican como actos de
maltrato. Dinamarca aprobó recientemente una ley prohibiendo de manera explícita la zoofilia para tratar de detener el creciente turismo
sexual de este tipo que se estaba desarrollando en el país.
Canadá
tampoco se posiciona abiertamente contra la zoofilia y toma una postura
bastante ambigua. En este país, mantener relaciones sexuales con
animales no está prohibido, siempre y cuando no exista penetración, ni
por parte del humano ni por parte del animal. Desde hace 5 años, en 34
estados de los Estados Unidos la zoofilia se condena y se castiga como
un crimen.
Este vacío legal permite que
se creen impunemente burdeles de animales o zoológicos eróticos donde el
cliente paga, escoge al animal que más le guste de entre un amplio
catálogo de especies y mantiene sexo con él.
La zoofilia mueve dinero, y
estos lugares son destinos idóneos para turistas sexuales que padecen
esta patología, o para individuos que desean transgredir un tabú y
despreciar intencionadamente cualquier rastro de moralidad o respeto
hacia el prójimo.
Miles de animales son
abusados y violados sin ningún tipo de escrúpulo, por personas que
establecen una relación de poder con ellos y ejercen la autoridad para
disponer de sus cuerpos siempre que se les antoje.
En 2012, una vecina de
Torrent, en Valencia, denunció el caso de Estrella, una pastor alemán de
6 meses, al ser testigo de como su responsable abusaba de ella. Los
agentes se personaron en el domicilio y fueron recibidos por un hombre
desnudo y con el pene erecto. Estrella fue requisada, y a su responsable
se le sancionó con una multa de 120€. Durante el juicio pidió que le
devolviesen a su perra.
Este es un caso de los muchos que se han recogido, a pesar de la mayoría de estos actos nunca son denunciados.
Maltrato animal y maltrato humano
Se ha demostrado sobradamente
a través de diversos estudios psicológicos y criminalísticos, que los
actos de maltrato animal suponen un serio indicio de trastorno mental
que en la mayoría de los casos desembocan en otros tipos de violencia.
Los hechos confirman que los criminales agresivos habitualmente cuentan
con un historial de crueldad hacia animales durante la niñez y la
juventud.
También existe una clara
conexión entre el maltrato animal y la violencia doméstica donde se
suele escoger a la víctima más indefensa como objeto para descargar la
ira y la frustración.
Por este motivo, la Coodinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos
(CoPPA), se ha sumado a otros colectivos para solicitar una reforma del
Código Penal que incluya la zoofilia como delito, aportando un completo
estudio que vincula el abuso sexual a animales con los abusos sexuales a
humanos.
Según este informe el 81% de los delincuentes sexuales y el
59% de los pederastas habían cometido actos de zoofilia.
El rescate de Bella
Bella es una joven poni que
recientemente ha pasado a ser una nueva integrante de la familia de El
Hogar Animal Sanctuary. Fue adquirida por un vecino de un pequeño pueblo
de esos en donde todo se sabe, pero todo se calla. El hombre fue
denunciado por su ex mujer por maltrato, quien además comunicó a las
autoridades que se producían abusos sexuales de forma sistemática hacia
los perros con los que ambos convivían.
Los habitantes de este pueblo
también estaban al corriente de estas actividades, pero el miedo a las
reacciones violentas de este hombre les impedía mediar para tratar de
ayudar a los animales.
Uno de estos perros desapareció sin que nadie conociese la causa exacta y el otro, gracias a un aviso anónimo y a la presión policial fue entregado en adopción, presentando claros signos de violación.
De igual modo se le retiró la custodia de Bella, quien fue hallada en una vieja casa en ruinas con el hocico precintado.
Ahora se
recupera en el santuario de su anemia, trotando entre hierba y flores,
con toda una vida por delante de cariño y respeto.
¿Qué podemos hacer?
La ley no ampara a los animales, o lo hace dejando tremendos vacíos que no ofrecen una protección real a las víctimas. Pero la ley debe estar al servicio de la ciudadanía y somos nosotros, como individuos, los encargados de hacer saber que existe una necesidad que debe ser cubierta. Por eso es nuestro deber moral sacar a la luz cualquier acto de maltrato o abuso del que tengamos noticia, en lugar de callar y resignarnos porque “nadie va a hacer nada”.
El Observatorio de Justicia y Defensa Animal
es otra entidad que lucha muy activamente contra el maltrato animal
interponiendo denuncias administrativas y/o jurídicas y exigiendo
cambios legislativos. Entre otras propuestas, activaron en 2015 una
campaña de recogida de firmas, para solicitar que la zoofilia fuese
recogida como delito, y gracias a la cual se logró incluir la
explotación sexual de animales en el Código Penal. Todavía queda camino
por recorrer.
Solo rechazando el maltrato animal abiertamente y ejerciendo una fuerte presión social podremos hacer que la situación cambie.
Noemí Alba, redactora de El Hogar Animal Sanctuary
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