Las Sinsombrero, un grupo de mujeres pensadoras y artistas españolas pertenecientes a la generación del 27 nacidas entre 1898 y 1914. El nombre se debe al gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca en la Puerta del Sol. “Nos apedrearon llamándonos de todo”, relata la misma Mallo en unas grabaciones tras volver del exilio.
Era un acto de rebeldía que pretendía simbolizar como llevar sombrero era una construcción social que representaba cómo se sus ideas e inquietudes estaban tapadas. La respuesta pública no se hizo esperar y Maruja Mallo lo relata como si quitarse el sombrero fuera una manifestación relacionada con la homosexualidad.
En ocasiones la historia que aparece en los libros tiene puntos ciegos, especialmente en la literatura, la historia tiene que completarse, necesita contarse entera; no puede suponer solo un listado de hombres que han participado y creado como si las autoras, pintoras o compositoras no hubieran existido.
Todos conocemos como a final de los años 20 surge la Generación del 27, Lorca, Buñuel, Dalí o Alberti son nombres que todos reconocemos, del mismo modo que reconocemos la importancia de su legado.
Tan conocidos son ellos como invisibles ellas. Un grupo de mujeres que entraron sin complejos en el mundo artístico e intelectual de la época desafiando las tradiciones sociales y culturales.
Su historia es importante para
entender un país que nunca las reivindicó.
El grupo fue formado
por Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Concha Méndez, María
Zambrano, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Marga Gil Roësset y Maruja
Mallo.
No se ha tenido noticia de que formaran de la generación del 27, mientras que muchas de ellas han dejado una obra comparable a las de sus compañeros de la misma generación.
Vivían en Madrid, se movían libremente por los barrios bajos y las tertulias, aunque seguían teniendo vetada a la entrada a las tabernas. El mundo en el que vivían las había preparado para encarrilar los tiempos que venía, sin embargo, su aportación quedó relegada al olvido frente a la de sus compañeros.
En una entrevista a Concha Méndez, ella habla directamente de cuántas veces reivindicó que en las antologías de la generación del 27 las mujeres eran siempre excluídas.
A pesar de no coincidir en muchos
aspectos, la relación entre estas mujeres fue muy estrecha,
extendiéndose incluso a generaciones anteriores. Les unía la lucha común
contra una sociedad que las rechazaba y ninguneaba en gran medida.
Estas mujeres tuvieron su despertar en el
momento de la II República española. Ahí ellas pasaron a formar parte
de forma activa en toda la vida social de la época; en un contexto mucho
más igualitario del que no habían podido disfrutar antes.
Si tenemos en cuenta todas sus
creaciones, podríamos hablar de la generación de oro de las mujeres en
España. Una generación que es el eslabón perdido de la cultura femenina
de nuestro país. Su exilio fue tan largo que cuesta mucho rehacer ese
vacío y dar una continuidad a su papel.
Las que ahora serían sus nietas
comienzan a buscar qué es lo que había antes de la dictadura y cuáles
eran las cotas de libertad que habían llegado a tener.
Es nuestra responsabilidad, hoy,
conocerlas, leerlas, admirar su obra y difundirla, porque solo cuando
consigamos su reconocimiento al mismo nivel que el de los hombres de su
generación habremos conseguido poner la primera piedra sobre la igualdad
que deseamos construir.
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