SAN FRANCISCO DE MEIRÁS
La última es que quieren santificar a Franco. No es ninguna broma, esto es España. La historia trató mal al Caudillo y ahora andan sus devotos recogiendo firmas para que ocupe en la gloria el merecido lugar que le corresponde, entre arcángeles y doctores de la Iglesia. Se trata de reparar una injusticia.
Encabeza la cruzada por la santificación del Centinela de Occidente doña Pilar Gutiérrez, ¿la recuerdan? Aquella señora tan patriota dispuesta a inmolarse por el santo en el Valle de los Caídos.
“La franquista de Telecinco”, la llama irreverentemente la chusma roja.
A través de una página web han recogido ya miles de firmas.
Se ha dirigido un fervoroso escrito a la Conferencia Episcopal para que inicie la “Causa de beatificación del siervo de Dios y de la Iglesia Francisco Franco Bahamonde”.
Solicitan que sus muchas probidades y edificaciones sean valoradas como corresponde por la Congregación para la Causa de los Santos, competente en estos menesteres.
Muchos de ustedes se preguntarán: ¿Y qué méritos ha hecho el dictador para ser santo? Pues los ha hecho, y muchos. Cuenta ya en su haber con varios milagros.
En la
web están los testimonios de algunos bendecidos por la infinita piedad
del Caudillo.
Uno especialmente llamativo es la curación de Yuko -el gato de doña Pilar con nombre bolchevique-, sin que los veterinarios tengan a día de hoy una explicación clínica.
“Franco, ayúdame”, imploró desesperada doña Pilar, un día, frente al retrato del santo, “que yo te estoy ayudando a ti” –¿Que yo te estoy ayudando a ti? ¿Será interesada la fe de doña Pilar?-, y a los cuatro meses justos el rabo de Yuko volvió a empinarse. ¡Milagro!
Y como este prodigio, una ristra.
De todos los portentos del Caudillo, el único preocupante, a mi modo de
ver, es que se aparece.
Como lo oyen. En Prado Nuevo, donde la Virgen de El Escorial se aparecía a la vidente doña Amparo Cuevas, que en paz descanse. Muchos han visto ya al santo de cuerpo presente.
No es que lo hayan confundido con Casado, Rivera, Abascal o Aznar, no, no, era él, cabalmente, el Centinela de Occidente. Los testimonios son rotundos: “Una visión en el cielo” que identificaron sin titubear: “el general Franco en lo más alto”. Punto.
¿Y ahora qué? Ahora el problema no es dónde lo enterramos, sino dónde lo alojamos, porque no está muerto sino vivo.
El problema no es que se aparezca en Prado Nuevo, si se apareciera solo allí, estaría controlado, el problema es que lo santifiquen, se venga arriba y empiece a aparecerse en la Gran Vía, en Génova 13, en el Alcázar de Toledo, en el metro, en el baño de Esperanza Aguirre…
Vaya usted a saber. ¡Qué país!
José Antonio Illanes
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