Vox ha pasado de las palabras a los hechos. Tras meses de mítines y mensajes incendiarios contra el feminismo o la inmigración, el partido de Santiago Abascal está dispuesto a utilizar las instituciones donde tiene representación para llevar a cabo sus cruzadas ideológicas.
La formación política que logró dar la sorpresa en las andaluzas e
irrumpió con 12 diputados en la Cámara autonómica ha decidido utilizar
los mecanismos de control parlamentario para poner en marcha una caza de
brujas entre los funcionarios de la Administración. Su primer objetivo
son las unidades contra la violencia machista. El presidente del grupo
parlamentario, el polémico exjuez Francisco Serrano, ha solicitado a la
presidenta de la Cámara andaluza "una relación detallada con los nombres
y apellidos" de los empleados públicos de las Unidades de Valoración
Integral de Violencia de Género del Instituto de Medicina Legal.
El anuncio es mucho más que una declaración de intenciones. Forma parte
de la campaña de Santiago Abascal, que a dos meses de las elecciones
generales, donde todas las encuestas pronostican una considerable
subida, quiere enviar un mensaje a los suyos de hasta dónde está
dispuesto a llegar en las instituciones. El partido de extrema derecha
ya se había quejado de que la Junta que ahora preside el popular Juan
Manuel Moreno Bonilla no enviase a la Policía los datos de los
inmigrantes sin papeles que constan en la sanidad andaluza. Y ahora
emplea los mecanismos parlamentarios para arremeter contra el personal
que trabaja en la atención a víctimas de violencia machista.
El objetivo que persigue Vox es "depurar" esos órganos que sirven para
la elaboración de informes sobre los malos tratos para los posibles
juicios y también a la hora de conceder ayudas a las víctimas por parte
de la Junta. La formación de Abascal pretende distinguir a los
profesionales que están "formados y acreditados" para ese trabajo y los
que actúan en función de "motivos ideológicos", según la formación.
Vox pasa así de la retórica a las actuaciones concretas. La formación de
extrema derecha tiene en las políticas de igualdad –que sus dirigentes
consideran "supremacismo de género"– uno de sus principales caballos de
batalla. El jefe de Vox en Andalucía ya había cuestionado a los
empleados públicos que desarrollan labores relacionadas con la lucha
contra la violencia de género, de quienes llegó a decir que ejercen "sin
capacidad profesional y sin estar colegiados" afectando a "la custodia
de menores".
Serrano es un firme defensor de la derogación de la ley de lucha contra
la violencia de género y ya como juez utilizó su posición contra lo que
ha llegado a tachar de "yihadismo de género". El Tribunal Supremo
inhabilitó a Serrano por prevaricación por ampliar el régimen de visitas
del padre de un menor para que pudiera ir a una procesión de Semana
Santa, aunque luego fue readmitido en la carrera.
La formación de extrema derecha calienta de esta forma la precampaña de
las elecciones generales del 28 de abril en las que ningún sondeo
cuestiona ya que entrará en el Congreso con mucha fuerza y que puede ser
incluso determinante en la configuración de un Gobierno tras los
comicios. Además, ha ido a por uno de los asuntos más sensibles –la
lucha contra la violencia machista– y a las puertas del Día de la Mujer
Trabajadora el próximo 8 de marzo que también se prevé multitudinario
este año.
Pero la maniobra de Vox es la expresión en las instituciones de lo que
durante estos meses ha sido una de sus señas de identidad. "Saben que no
nos callamos, que somos políticos que decimos lo que pensamos. Da igual
si tenemos que enfrentarnos a las feministas supremacistas o a los
golpistas catalanes o a los de la desmemoria histórica", avisó
recientemente el secretario general del Vox, Ortega Smith.
Irene Castro, en eldiario.es
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