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lunes, 29 de abril de 2019

Un voto para frenar a la derecha y construir alternativas propias



Basta con echar una rápida mirada al mapa que dejaron las urnas para constatar que este es otro país, que vota de forma diferente y que tiene sus propias recetas para hacer frente a la amenaza de la extrema derecha.


 Una mayoría de los electores vascos votaron ayer mirando a Madrid, pero con Euskal Herria en la mente.


En el Estado, la victoria del PSOE es clara, igual que la derrota de las derechas –la caída del PP, antológica–, pero la gobernabilidad es otra cosa.


Se abre un periodo incierto en el que los partidos vascos tienen mucho que decir, tanto el PNV como EH Bildu, que junto a ERC –que ganó en Catalunya– está en disposición de formar uno de los principales grupos parlamentarios en el Congreso.


Hacerlo con responsabilidad y a la altura del momento histórico será importante.



Por partidos, el PNV ha mantenido, como se esperaba, el voto de la estabilidad y el orden.


 Es una máquina electoral perfectamente engrasada, como muestran sus resultados, aunque cabe apuntar que su posición estratégica a medio plazo resulta más débil de lo que a primera vista puede parecer. Una política basada en prestar sus votos al mejor postor en Madrid se ve evidentemente debilitada cuando dichos votos solo se pueden prestar a una de las fuerzas en liza en el Estado.


 Mientras la derecha siga intratable en España, el margen negociador del PNV cae ostensiblemente.



Los resultados de EH Bildu refuerzan la apuesta realizada para ser determinantes en Madrid.


 Son elecciones siempre complicadas para el independentismo vasco de izquierdas, dado que cada vez es más difícil crear marcos propios en campañas ampliamente mediatizadas desde el Estado, por lo que el crecimiento respecto a citas anteriores resulta notable. 




Haya cambios o no en el número de diputados –falta el voto exterior y la pugna quedó ayer en un puñado de votos en Nafarroa y Araba, donde Javier Maroto se fue a dormir sin escaño– el resultado en votos es un buen punto de partida para las elecciones de mayo.


Lo es especialmente en Nafarroa, donde la apuesta de Javier Esparza con Navarra Suma tuvo unos resultados ciertamente mejorables. Mantienen dos escaños, pero pierden casi nueve puntos porcentuales, situándose en una pésima casilla de inicio para las forales.


Siguen sin entender la evolución de la sociedad a la que le hablan.


Aunque no ha arrasado, ni mucho menos, al PSOE le ha funcionado también en Hego Euskal Herria el discurso del miedo a la derecha. Le ha permitido, a buen seguro, recuperar buena parte de los votos que hace tres años se le fueron a Podemos.


 Los de Pablo Iglesias son los principales damnificados, lo cual no resta para destacar que se confirman como un actor sin el cual no es posible interpretar la realidad política vasca. 


No es poco para ser un partido nacido hace cinco años.


Escenario incierto en el Estado

 
El panorama en el Estado no es fácil de anticipar; será difícil llegar a las elecciones de mayo con la incógnita resuelta. La victoria del PSOE es clara, pero no tan contundente como para gobernar en solitario.


Tendrán que elegir compañero de viaje y el resultado de Ciudadanos –único partido de derechas con algo que celebrar– hace pensar que las presiones para cerrar el pacto del establishment serán tremendas, aunque hacer campaña azuzando el miedo a la derecha para pactar después con parte de ella no parece una gran forma de empezar a plantarle cara.


 Si se explora cualquier otra opción, vascos y catalanes serán determinantes en el Congreso.


Pero más allá de la gobernabilidad inmediata en Madrid, lo que no puede pasar por alto es la irrupción de Vox, por mucho que sea en cifras menores a las que algunos auguraban.


La extrema derecha –es algo sobradamente conocido– siempre estuvo ahí, pero la correa que la ataba o desataba a conveniencia se ha roto.


 Vox supone mucho más que una posible muleta para que PP y Cs puedan gobernar en el futuro; tiene agenda propia, la impone con mucha facilidad al resto de las derechas –se ha visto en campaña–, es ambiciosa y tiene un plan.


Va a ser necesaria toda la inteligencia colectiva de la que se disponga y mucho más que un voto cada cuatro años para frenarles, algo que no solo se conseguirá con un esquema de resistencia, sino también con la construcción de alternativas para, por y desde este país.


 Los resultados confirman que existen mimbres para hacerlo. Es imprescindible seguir trabajando en ello desde hoy mismo, con el 26 de mayo en el punto de mira.


  https://www.naiz.eus/eu/iritzia/editorial






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