Pablo
Iglesias contactó con Pedro Sánchez en la tarde de ayer para hacerle
una propuesta con la que evitar la repetición electoral: un Gobierno de
coalición que se evalúe tras la aprobación de los próximos Presupuestos
Generales del Estado con el compromiso de que Unidas Podemos salga de
ese Ejecutivo si «no ha funcionado» y garantice estabilidad
parlamentaria al PSOE «durante la mayor parte de la legislatura».
Esta nueva propuesta consiste en retomar las
negociaciones en el punto en que estas quedaron en julio, es decir, con
la oferta de una vicepresidencia y tres ministerios para Unidas Podemos
que el grupo confederal pidió complementar con las políticas activas de
empleo.
Sin embargo, el
presidente en funciones también ha rechazado esa fórmula. «No se dan ni
las bases mínimas de confianza ni un planteamiento de un gobierno
cohesionado, coherente y con una única dirección», señalan fuentes
socialistas.
Sánchez ha descartado el planteamiento de Iglesias y ha
invitado al líder de Unidas. Por la cabeza de Sánchez solo pasa un
acuerdo para la investidura siempre y cuando Unidas Podemos renuncie a
su aspiración de formar parte del Ejecutivo.
Esa fecha marcada en rojo por Sánchez serían las elecciones de la recuperación del bipartidismo.
Ir de nuevo a las urnas le reportaría al PSOE hasta seis puntos más y un puñado de escaños adicionales.
Esa mayoría seguiría siendo insuficiente para formar un Gobierno y el equilibrio de fuerzas en la izquierda se quedaría prácticamente en los mismos números de ahora.
Quien sí saldría beneficiado en el adelanto electoral sería la otra mitad del bipartidismo.
El PP sale beneficiado en los sondeos, con lo que Pablo Casado se refuerza en su liderazgo, y Ciudadanos confirma que su crisis ideológica y la fuga de cargos le pasan una factura quizá definitiva e insalvable.
Vox también pagaría caro sus políticas de extrema derecha y parte de su electorado retornaría al PP.
De esta manera, los dos del bipartidismo mantendrían su posición hegemónica que han mantenido durante décadas.
La repetición de las elecciones con tales resultados supondría una vuelta a la posición del 78, una posición muy cómoda de turnismo entre ambas formaciones.
Las élites financieras y
empresariales, con la CEOE en cabeza, añoran una vuelta este turnismo
rojo y azul y no verían con malos ojos que PSOE y PP se pusiesen de
acuerdo, un refuerzo de lo conservador, de lo clásico.
Ya se intentó la
operación Sánchez/Rivera, solo que el líder de los naranjas no ha
cuajado y ha terminado poniendo el cordón sanitario donde no debía para
después pactar con la extrema derecha.
¿Qué es eso de pedir una reforma
laboral, subir el sueldo mínimo o pedir más derechos para los
trabajadores? Podemos y los grandes empresarios mezclan como agua y
aceite, y los morados son vistos como el enemigo a batir por quienes
tienen la cartera llena.
En España teníamos el cambio en la mano, pero no vimos que no iban a permitirlo de ninguna manera, ya que hay demasiados intereses detrás de la casta política como para permitir que la línea política marcada desde el 78 se desvíe un mínimo hacia lo social.
Bienvenidos de nuevo a la España roja y azul, bienvenidos a la España del «todo atado y bien atado».
Xan Pereira Castro
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