Existe una errónea creencia popular de que en la tercera edad es normal deprimirse. Pero la depresión es una patología y no forma parte del envejecimiento normal. Por tanto, si una persona mayor está deprimida habrá que valorar por qué y tomar las medidas oportunas.
La
vejez es un proceso que todos, si tenemos suerte, llegaremos a
experimentar. En la actualidad constatamos un aumento progresivo de
personas de la tercera edad en el mundo occidental, debido al
alargamiento de la esperanza de vida, así como a la disminución de la natalidad en relación a hace medio siglo.
Esta nueva etapa se caracteriza por una serie de cambios
físicos, psíquicos y sociales que pueden llevar a la persona,
dependiendo de sus recursos y situación personal, a un saludable y
satisfactorio envejecimiento o bien a una experimentación del mismo como
algo indeseable y cargado de sufrimiento.
Desmontando falsas creencias
Si una persona mayor está deprimida debemos entender que ese estado no es condición intrínseca
de su edad ni del momento evolutivo en el que se encuentra y por tanto
habrá que hacer una valoración y prescribir el correspondiente tratamiento psicoterapéutico y/o farmacológico en casos muy graves.
Con
frecuencia, ante la presencia de síntomas depresivos, llevemos al
anciano al médico quien prescribe psicofármacos para contrarrestar los
afectos depresivos sin indagar en su relato emocional y vivencial por
falta de conocimientos en psicoterapia.
Hoy en día la
psicoterapia ha probado sobradamente su efectividad en trastornos
depresivos sea a la edad que sea y argumentar que es normal estar así
porque la persona “es mayor” es negligente. Es preciso explorar y tratar los afectos depresivos de un anciano del mismo modo que lo haríamos con alguien de menor edad.
Aspectos de una sana vejez
Hoy
en día existen numerosos expertos en el estudio de la vejez que
coinciden en que en esta etapa de la vida la tarea psicológica más
significativa es la de ser capaz de contemplar la vida en su conjunto
con coherencia y aceptación.
Para ello, el mayor “sano”
ha de ser capaz de recordar el pasado con cierta satisfacción por el
“deber cumplido” y también ha de poder enfocar esta etapa con la
aceptación de la pérdida progresiva (el duelo propio
del envejecimiento, seres queridos que ya no están, etc.) pero también
con el aliciente y la motivación del que le encuentra sentido a la vida a
pesar de las pérdidas que esta lleva implícitas.
Es también importante matizar que existen una serie de factores externos y visibles que correlacionan con una sana vejez como, por ejemplo:
- Círculo relacional de calidad (amigos, familia, pareja)
- Posibilidad de compartir experiencias con gente de su época (enriquece la vida mental)
- Motivación e interés para ayudar a otros, sentimiento de pertenencia a la sociedad y anhelo de contribuir a ella.
- Prácticas de autocuidado (higiene, deporte, buena alimentación)
- Sentimiento de que su experiencia enriquece a los más jóvenes
- Muy ligada a la anterior es la sensación de dejar un legado benéfico para los que se quedan.
Cuando la depresión se impone a la vejez saludable
En estos casos podemos observar el predominio de un sentimiento de desesperanza
que con frecuencia se relaciona con la sensación de no haber podido
hacer aquello que se quería, de haber perdido el tiempo y con él el
sentido. Es también común en estos casos que se exprese el anhelo
de recuperar el tiempo perdido con el objetivo de reparar errores del
pasado o bien cumplir los objetivos que no se pudieron realizar en su
día.
El relato autobiográfico
tiene fisuras, aspectos fragmentados o vacíos, heridas no curadas o
pérdidas que sembraron un vacío que ha quedado sin llenar. Al no poder
construirse un relato cohesionado, fortificante y significativo el
anciano depresivo puede sentir que la vida ya no tiene sabor ni placer,
sumiéndole en una especie de resignación apática o bien de tristeza
crónica e invalidante en los casos más graves.
Causas de la depresión en la tercera edad
Son numerosos los factores que pueden llevar al anciano a desarrollar una depresión,
nos limitaremos a nombrar los más comunes. Cabe decir que, aunque
podamos identificar los desencadenantes visibles, sólo se desarrollará
la depresión si existe una fragilidad de base que haga insoportables la
aparición de estos factores:
- El duelo del propio deterioro físico (pérdida de facultades, reducción de la movilidad y de la autonomía, sensación de ser una carga…)
- Pérdida de facultades psicológicas. El anciano puede sentir que su mente ya no es tan ágil como solía serlo y esto puede llevarle a una vivencia similar a la de la pérdida de facultades físicas.
- Pérdidas en el plano de lo social: amigos y/o familiares que fallecen o bien que debido a su propio deterioro ya no están en disposición de mantener el vínculo, cambio en el rol social, paso de una situación de reconocimiento y/o desempeño de un rol bien definido al reto de reinventarse después de la jubilación.
Es
indispensable subrayar que el anciano saludable es capaz de vivir estos
progresivos duelos con aceptación y sentido, con una predominancia del
deber cumplido y una sensación de que el relato de su vida es
significante. La cohesión y seguridad que produce esta sensación le
provee de la fortaleza para sostenerse psicológicamente
y hacer frente a los duelos de la vejez.
En caso contrario, deberemos
evitar el pretexto de “es mayor ya se sabe” y ayudar al anciano a
tratarse psicológicamente el problema siempre y cuando conserve su
capacidad para el diálogo y la rememoración.
Enric Artés
Especialista en Psicología Clínica
Psicólogo consultor de Advance Medical
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION