Un amigo de don Juan Carlos
se perdió hace pocos años en el recinto privado de la Zarzuela. Iba a
visitarlo, convaleciente de una de sus operaciones, pero en vez de
entrar en las estancias del rey, abrió la puerta de un saloncito de la
reina. Frente al televisor, estaban las dos hermanas griegas, Irene y Sofía, con una mesita delante con la cena, viendo la televisión.
Era un programa cómico de una cadena inglesa y las dos hermanas comían y, a la vez, reían a carcajadas. El hombre cerró la puerta silenciosamente sin que ellas se dieran cuenta. “Me impresionó, porque las vi tan extranjeras, tan ajenas a todo…”.
Era un programa cómico de una cadena inglesa y las dos hermanas comían y, a la vez, reían a carcajadas. El hombre cerró la puerta silenciosamente sin que ellas se dieran cuenta. “Me impresionó, porque las vi tan extranjeras, tan ajenas a todo…”.

Sola
Así ha estado nuestra reina durante cuatro meses, confinada en sus habitaciones, con la única compañía de su hermana Irene. Ni sus hijos ni sus nietos ni, por supuesto, su marido la han visitado.
En esos largos días, seguramente, doña Sofía ha podido hacer repaso de
su vida. Mejor dicho, de las mujeres en la vida de su marido. ¡Una
obsesión que le ha durado más que el amor!

Indiferencia absoluta
Si pregunto qué siente la reina por el rey, me contestan: “La indiferencia más absoluta. Esa sonrisa que exhibe en las fotos junto a él se apaga cuando se quedan solos y se va cada uno por su lado”.

La venganza
Sin embargo, su orgullo sufre con la exhibición pública de sus aventuras. Su relación con Corinna la hirió profundamente. Tanto, que, según se dice, maniobró para que el hijo de Corinna no fuera admitido en un buen colegio en Inglaterra y que las familias aristócratas inglesas le hicieran el vacío.

No es hijo del Rey
Alexander, que no es hijo del rey –ya que nació dos años antes de conocerlo– sino del príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein, tuvo que ir al final a un prestigioso internado suizo.

Las amantes...
Pequeñas venganzas, sutiles alfilerazos que, desde su posición, ha podido propinar a las amantes de su marido. Primero debía identificarlas, claro está.
Cuando Sabino estaba en la Casa, era su paño de lágrimas y confidente. “La reina no sabía si eran varias amantes o solo una, pero muy paseada”. Preguntaba: “¿Es Bárbara?”.
Y sabía leer en la expresión del jefe de la Casa como en un libro abierto. “¡Siempre acertaba!”.
¿Es la legendaria perspicacia de los celosos, que casi siempre dan en el clavo?
Y Sofía aplicaba el correctivo correspondiente.

Mujer de armas tomar
A dos damas catalanas no las invitó nunca a las recepciones en el Palacete Albéniz, aunque ambas poseían título. A otra señora de la nobleza alemana la humilló de todas las formas posibles, negándole incluso un amarre en el Club Náutico de Palma.
A Marta Gayá intentó que la sociedad mallorquina la marginase, pero ahí se impuso el rey y los deseos de Sofía no se cumplieron.

Al tanto de todo
A veces no estaba muy segura. Por cierta presentadora de televisión preguntó a otra con la que tenía más confianza, y se hizo enviar fotos de la hija de una señora sevillana para observar un posible parecido…
Supervisaba el mailing de las celebraciones del santo del rey en el Campo del Moro y aparecían misteriosas tachaduras…

Las sospechas de Sofía
A veces eran simples sospechas, o que las señoras eran muy guapas, o tenían fama de devoradoras de hombres…
A Isabel Preysler, a Tita Cervera, a Marta Chávarri, siempre las saludaba con frialdad…
De hecho, cuando los reyes eran solo Sofi y Juanito, se negaba a ir a Estoril, no solo para complacer a Franco, al que no le gustaba que visitaran a don Juan, sino porque sospechaba que detrás de cada amiga de la infancia, había una novia (por cierto, con razón la mayoría de las veces).

Sus relaciones
Los que escribimos sobre este tema hemos querido ahondar en las relaciones de Sofía,
para ver si ha correspondido con la misma moneda a su marido, sobre
todo sabiendo que la pareja no tiene relaciones íntimas desde hace mucho
más tiempo del que imaginamos.
Un arquitecto, una personalidad política ya fallecida, un apuesto caballero portugués
con el que se vería en Londres, el escritor J.J. Benítez que le
escribía poemas…
Todos, rumores infundados que me han sido desmentidos
por las propias personas o por las circunstancias.
Si pregunto qué siente la reina por el rey, me contestan: “La indiferencia más absoluta".
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