A
Barcelona no ha habido arrestos de ir pero si se han atrevido con
Euskadi (Bilbao y Vitoria-Gasteiz).
Pero no crean que han hecho como en «Marca España«,
o sea, pasear por las calles de sus pueblos y ciudades saludando con la
mano tonta a sus paisanos… a sus súbditos… al vulgo, para entendernos.
Lo de aquí ha sido muy distinto. Visita privada a dos museos
blindados por un despliegue policial sin precedentes con todo tipo de
vehículos y motos de alta gama. Francotiradores, helicóptero (a 5.000
euros la hora de vuelo), artificieros, perros y varios.
¡Ni que le fuesen a limpiar el forro! ¡Pero si solo queríamos decirles que no son bienvenidos a nuestra tierra!
Y, aunque de lejos, se han debido enterar perfectamente aunque
llevase tapones ya que la megafonía con silbidos era atronadora.
En
realidad, al no poder silbar con las mascarillas, han optado por
reproducir la pitada de la última final de Copa (esa por la que Iturgaiz nos sigue llamando hijos de puta).
¿Alguien sabe el dineral que cuesta dicho operativo? ¿Quién lo paga? y ¿Por qué se paga? Porque aún no sé para qué han venido.
El caso es que, en una actitud muy borbona (muy cobarde) la del hijo del heredero de Franco y «Con Z«,
esa actitud de optar por entrar a escondidas por la puerta trasera.
No
querer ver una realidad no significa que no exista aunque, ciertamente,
viven en su realidad paralela y lo último que quieren es que se difunda
una protesta por su presencia.
Y
aquí, porque no iban a tener vivas, guapas ni aplausos (bueno… salvo
los de los dos minibuses de Santander y de Miranda de Ebro) pues se han
traído a sus groupies… a su clap.
A esos si les han dejado
ponerse en una zona perfectamente estudiada para poder salir en los
Medios españoles y que para que esa pareja de zánganos sintiera cierto
calor aunque sea el arrope de cuatro gatos mal contados.
Quiero suponer
que a ese escaso centenar les hayan pagado, al menos, un triste bocata
de mortadela y un simple botellín de cazalla.
En resumen, un estrepitoso (y sonoro) fracaso por el mero hecho de
que a este par de dos se les ha antojado el capricho de hacer una tourné para
hacer NADA.
Lo peor de todo es que es un carísimo capricho que no pagan
ellos y que tampoco se lo financia el de la máquina de contar billetes.
Sonoro rechazo
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