Mano de cura
«Allí no escapaba ninguno, aquellos viciosos con sotana se metían en nuestras camas y nos daban por el culo, no había control, ni siquiera el Obispo Pildain, que lo sabía, puso freno a la depravación de sus clérigos, follarse niños de La Casa del Niño se convirtió en la moda eclesial de aquellos años, los traumas nos rondan, jamás podremos superar aquel dolor, aquel silencio, aquellas lagrimas sin llanto.» Luis Soto Martín.
El momento de apagarse las luces en La Casa del Niño era el más
terrible, en la oscuridad solo se veían sombras, se abrían y se cerraban
puertas, se escuchaban voces, susurros, risas, hasta que te levantaban
la manta y se te metía un cura en tu cama, lo sentías, olías su falta de
higiene, el sobaco, sus partes sucias, su atracción por los niños.
Entonces ya no podías hacer nada, te bajaban los calzoncillos, te
quitaban la camiseta del pijama, te chupaban hasta los huevos, el pene,
te metían los dedos en el culo, pero lo peor era si te tocaba uno que le
gustara penetrar, entonces ya lo tenías clavado toda la noche,
destrozándote, haciéndote mucho daño cuando apenas no había cumplido los
nueve años.
Esa era la rutina en aquel hospicio de hijos de
republicanos asesinados en el Paseo de San José de Las Palmas GC, abusos
y más abusos, de día nos pegaban o nos humillaban las monjas por
cualquier bobería, de noche los curas de la capital se juntaban para sus
particulares orgías infantiles.
Lo tenían fácil, las monjas oían, veían
y callaban, era la norma, todas estaban implicadas en la mafia del robo
y venta de niños, algunas tenían sus rollos sexuales y negocios con los
sacerdotes.
Para mi que venía de una familia muy protectora de Agaete,
nunca imaginé verme tan desamparado, tan solo, incluso más de una noche
de abuso sexual imaginé que de la nada iba a aparecer mi padre y le iba a
meter cuatro moquetes a aquel hijo de puta, pero no fue nunca así,
siempre la soledad, siempre el abuso, siempre el llanto en silencio para
que no nos pegaran, siempre aguantando el dolor cuando nos penetraban:
-Silencio niños, silencio por la Santísima Virgen Del Pino- decían.
El
diablo debía estar al pie de la cama, pensaba, mirándolos como cometían
el peor de los pecados, el de abusar día si y día también de quienes no
podíamos defendernos…»
Testimonio de Antonio Damaso Perera, hijo de desaparecido del
municipio de Agaete, Gran Canaria, internado en La Casa del Niño entre
1937-1945.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, en Juncalillo de Gáldar, el 19 de marzo de 1999.
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