Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


sábado, 1 de diciembre de 2012

Iracunda * Un señor encorbatado, con un cargo que corre sobre cinco ceros nos regala su reflexión zen del día: un parado tiene la mala costumbre de no trabajar


Pedid un deseo...


Un señor encorbatado, con un cargo que corre sobre cinco ceros nos regala su reflexión zen del día: un parado tiene la mala costumbre de no trabajar. Y otras más. Como recién parada voy a adquirir unas cuantas, como morderme la lengua por encima de mis posibilidades o beber vino con casera en las comidas –solamente los días pares- con la finalidad de tirarme directamente a la profecía autocumplida: haré lo que se espera de mí y cuando deje de trabajar perderé el ritmo y me tiraré al vicio. Yo intento que no, pero al final, eso pasa.

Si me adornasen otras virtudes, como el espíritu aventurero, hubiese emigrado, que ya son ganas de quedarse cerca de casa, andaría, española por el mundo facundo, feliz como una perdiz, labrándome a horcate el porvenir fructífero de la mujer competitiva. La ambición es buena, la motivación, la vitalidad. Y si tienes hijos, un colegio bueno, una sanidad en condiciones. Un salario estable (y digno). Lo reconozco, soy mucho menos intrépida que parte de este ejecutivo.

Si tuviese la facultad, como en un cuento oriental, de frotar la lámpara y pedir deseos, pediría que mi madre o cualquiera de su generación custodiasen las cuentas del Estado y diesen a estos chacales que nos gobiernan lo justo y necesario (a su juicio, 420 euros) para sobrevivir, medicinas incluidas, porque hasta para ser despiadado hay límites. Y se lo pagaría cuando cobrasen las empresas pequeñas que tienen deudas incobrables con la administración.

 La austeridad por fin para todos. El tema de las pensiones es de malvados con media en la cabeza: un acto así no se puede cometer a cara descubierta, salvo que reúna ciertas características, como ser impermeable. Si todo te resbala puedes salir en los medios y proclamar la buena nueva. A mí me duele más que a ti; no es por ti, es por mí; quiero que sigamos siendo amigos y ¡zas! Ruedan las cabezas una tras otra: este por fiel, este por pobre, este por despistado, este por indefenso… este… ¡por científico!

Menos mal que no tengo poderes, que no hay fuerza que acuda a mí cuando la ira me ciega. Soy más bien poca cosa y eso equilibra mis prioridades. Recién parada, cuarentona, con hijos, poco aventurera y como me descuide, con malas costumbres. No voy a hacer grandes cosas con este perfil (bajo, me dicen). Como mucho denunciar que hay millones de personas que ni siquiera pueden leer mis pataletas o las de otro porque un PC hay casas donde es un lujo. O no saben leer porque no tuvieron tiempo de aprender mientras trabajaban llenando las arcas que ahora otros saquean sin pudor. Somos increíblemente pacíficos: estoy convencida.

Sobre la esclavitud


Publicado por Angelica Perez







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