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domingo, 22 de junio de 2014

En la cumbre del patetismo: la Cruzada de los Niños (s. XIII)

En 1095, el emperador bizantino pide ayuda a Europa para defenderse de la presión turca. Pero esta ayuda se convertirá en una fulminación de islámicos y judíos. En 1098, poniendo en marcha el contingente militar (1), los árabes son derrotados y Jerusalem pasa a ser un reino cristiano- no una provincia de Bizancio como estaba previsto-, tras matar allí a todo musulmán y judío, incluyendo viejos, mujeres y niños. Salvo el visir y seis ministros, que pagan su rescate en oro, ni un solo habitante queda para ser vendido como esclavo. Otras dos Cruzadas, con mucha más pena que gloria, dan lugar a una cuarta (1202- 1204) inofensiva para los islámicos aunque ruinosa para las relaciones entre europeos y bizantinos, pues funde hasta el último objeto con rastros de oro y plata y acaba destruyendo Constantinopla tras varios incendios, culminados por una orgía de sangre que dura tres días (2). Inocencio III ha prometido a los cruzados de 1204 que no pasarán por el Purgatorio y está también en el origen de la Cruzada de los Niños, que merece dos palabras (3).


En la cumbre del patetismo

Inocencio III
Inocencio III



Por Pascua de 1212 toda Francia sabe que cierto pastorcillo- Esteban de Cloyes, con once años a la sazón- ha sido visitado por Jesucristo para que le lleve una carta autógrafa al rey Felipe Augusto. Aunque este documento se extravió, las crónicas dicen que denunciaba un fervor decaído hasta el punto de olvidar la profanación de sus Santos Lugares, y que el encargo legó a Estaban tanto una arrebatadora elocuencia como un don para hacer milagros, gracias a los cuales viajó desde su aldea hasta París concitando la admiración de multitudes crecientes. Una vez instalado a predicar, en la abadía de Saint Denis, explicó que Jesucristo le había exigido votos de cruzado. Aclaró que si suficientes niños y niñas le siguieran hasta la costa mediterránea el mar se abriría para permitirles llegar andando a Jerusalem, una plaza perdida otra vez pero reconquistable “no por la fuerza de las armas sino por la del amor y la pureza”.


Pormenores y consecuencias
Sintiéndose apóstoles de Esteban, niños y niñas desde los ocho a los trece años se lanzaron por los caminos franceses en comitivas que iban aumentando al pasar por cada población, y al cabo de pocas semanas las proporciones del fenómeno hicieron que la Universidad de París sugiriera al rey desautorizar la empresa. Siguió a ello un edicto mandando que los infantes regresaran a sus casas, y muchos padres recluyeron físicamente a sus hijos, si bien cuando no podían unirse a la procesión caían gravemente enfermos o “escapaban como aves migratorias”. Estas evidencias hicieron que Inocencio III captara la mano divina, pues “los niños nos reprochan habernos quedado dormidos, mientras ellos vuelan en socorro de Tierra Santa.



Para entonces el fenómeno francés se había extendido al norte del Rin, donde el lugar del pastorcillo Esteban lo ocupaba un Nicolás de Colonia aún más joven (tenía diez años) y al parecer de noble cuna. Llegar al Mediterráneo exigía cruzar los Alpes, aunque fuese en verano, y dicen las crónicas que cuando partió al frente de veinte mil cruzados su procesión estaba marcada por la desigualdad; algunos llevaban sirvientes y hasta carros con provisiones, otros algún equipo más humilde para hacer frente a la intemperie, y un tercer grupo- seguramente el más numeroso- acudía a la buena de dios. Añaden las crónicas que a principios del otoño aparecieron por el norte de Italia unos siete mil y fueron mal acogidos, terminando las niñas y niños de porte más agraciado en “casas de abuso”. Trece de cada veinte habían muerto en los pasos alpinos, que en algunos casos se hicieron intransitables por la acumulación de cadáveres insepultos (4).



Ilustración del evento
Ilustración del evento



Meses antes de que el primer cruzado infantil germánico llegase a Italia habían confluido en Marsella unos treinta mil niños franceses, y durante algún tiempo su conductor- el pequeño Esteban de Cloyes- esperó a que el mar se abriese. Como no fue así, una parte volvió o trató de volver a casa, ignorando sus votos como cruzados, mientras el resto se puso en manos de dos armadores con nombre quizá ficticio, que fletaron siete naves para trasladarles a Jerusalem. Los únicos adultos a la marinería iban a ser unos pocos monjes, pues la carta de Jesucristo insistía en que el infiel solo se rendiría anta la inocencia del impúber. Dos de los barcos naufragaron en la isla de San Pietro sin dejar supervivientes (5); los otros cinco llegaron a Alejandría y vendieron su carga a tratantes árabes. Tantos pueri franceses acabarían llegando a Bagdad que en 1213 unos quince serían ejecutados públicamente allí, por negarse a rezar a Alá.



Europa tardó casi veinte años en enterarse- debido a la indiscreción de un monje-, permitiendo que Nicolás de Colonia y parte del grupo teutónico fuesen embarcados en Génova con el mismo destino eventual de ahogarse o ser vendidos en lonjas norteafricanas de esclavos. Solo unos doscientos infantes alemanes que no llegaron a tiempo para subir a los barcos pudieron peregrinar a Roma, y obtener de Inocencio III una exoneración de sus votos como cruzados. Escrita al año siguiente de partir las expediciones, e ignorando su suerte, la Chronica coloniensis describe esta Cruzada como “algo instado por no sé qué espíritu”, entre cuyas consecuencias estuvo que “de muchos miles muy pocos regresaron”. Pasado el arrebato, ningún niño supo explicar por qué se había lanzado con un cirio y un crucifijo hacia Jerusalem.


Inocencio III aprovechó la inquietud creada por los cruzados infantiles para convocar una quinta expedición militar a Tierra Santa, y se aseguró de que ocurriría excomulgando al emperador Federico II mientras no partiese hacia allí. Sin embargo, la Cruzada de los Niños termina de alguna manera con lo magnético del sepulcro divino, y las expediciones adicionales serán progresivamente difíciles de reclutar. Durante más de un siglo el Papado y la nobleza habían mantenido su protagonismo oponiendo estas empresas sublimes a la pedestre transformación profesional, y el desánimo ante la cruzada externa será un contratiempo que salvarán con el fervor y los botines promovidos por cruzadas internas. En efecto, meses después de la primera expedición infantil comienza la caza de cátaros y otros herejes comunistas, que se complementa con una cruzada contra la hechicería.



brujas santa sede
Ilustración, quema de brujas



Reliquias de cultos y remedios paganos, las brujas fueron seres muy infrecuentes hasta que la Santa Sede decidió en 1231 premiar su captura con indulgencia plenaria y confiscación de bienes. El hecho de ser la delación libre, secreta y remunerada no tardó en lograr que el fenómenos se convirtiera en pandemia, y hacia 1277 se supone que la magia negra interesa ya a “un tercio” de las campesinas francesas (6).



En 1486 tiente a “todas” las alemanas y en 1525 las hogueras del Continente alcanzan su apogeo, pues el descubrimiento de la farmacopea psicoactiva americana hace pensar al inquisidor católico y al protestante que hechiceros aztecas e incas llegan volando a Europa desde el Nuevo Mundo. Algunos de los inquisidores más activos- como Bodino- pueden ser notables tratadistas de derecho político, pero cuando se trata de cazar y quemar brujas su formación jurídica no les veda el uso sistemático del tormento para obtener confesiones.


(1) Las fuentes bizantinas hablan de unos quince mil caballeros y treinta y cinco mil infantes, un ejército formidable para la época. El emperador Alejo Commeno quedó “intimidado” al verlo, anticipando quizá futuros horrores.

(2) Los cruzados deciden quedarse con Bizancio para siempre- Llamándolo Imperio Latino-, y hasta 1261 no habrá forma de expulsarlos.

(3) Algún historiador contemporáneo ha sugerido que los cruzados infantiles fueron bandas itinerantes de adultos “empobrecidos por la revolución comercial”, llamados entonces genéricamente pueri (“niños”). En la misma línea de ha mantenido- como algunas ediciones de la Biblia- que los hermanos de Jesús mencionados por el Nuevo Testamento quizá sean primos, pues el arameo no distinguiría bien esos parentescos. Los testimonios del periodo, que son unos cincuenta, empezando por la Chronica regiae Coloniensis (1213), se reseñan en Raedts 1977.


(4) Las fuentes hablan de “piñas como las abejas” donde se amontonaban para soportar los fríos nocturnos, aunque muchos amanecieran congelados total o parcialmente.


(5) Su recuerdo hizo levantar allí una capilla llamada de los Nuevos Párvulos, cuyo vitral se conserva.


(6) Lo dice jean de Meung, en el versículo 18.624 del Roman de la rose.


Antología



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