Minutos antes de comenzar el debate de El País, Pedro Sánchez recibe un SMS:“Pedro, sé fuerte”.
Al líder del PSOE se le tuerce la sonrisa, y ya no logra enderezarla en
toda la noche. Dos horas después, al salir del plató, Sánchez responde
con otro SMS: “Mariano, de la que te has librado”.
Mientras lo entrevistaban en Telecinco a
la misma hora, Rajoy miraba con el rabillo del ojo un televisor con el
debate, y cada vez que veía su atril vacío se alegraba de estar bien
lejos: “De buena me he librado, sí”.
El siguiente
SMS debió de mandárselo Rajoy a Moragas o Arriola, para darle las
gracias por recomendarle no acudir al debate a cuatro.
De haber estado,
habríamos visto una masacre, con los tres candidatos y parte del público
haciendo cola para sacudirle como en la famosa escena de Aterriza como puedas.
En su ausencia, Iglesias y
Rivera se desahogaron a ratos entre ellos y sobre todo con Sánchez, que
se llevó las tortas propias y también unas cuantas de Rajoy. El líder
del PSOE no acertó muchos golpes, pues los dos nuevos se mueven
demasiado deprisa y él está acostumbrado a los debates paquidérmicos con
Rajoy en el Congreso.
Los asesores de la nueva
política también enviaron mensajes anoche, pero en formato post-it:
recordatorios a sus candidatos, que en general obedecieron bastante al coaching previo.
Rivera tenía sobre el atril
un post-it que decía “PERFIL PRESIDENCIAL”, y ahí estuvo, soltando de
carrerilla propuestas, afeando a los otros que no las hicieran, y
anunciando pactos de Estado, tecnocráticamente grisaceo. Otro post-it,
este tamaño sábana, le recordaba en letras fluorescentes: “PP-PSOE”.
Aprovechó cada frase para emparejar a los dos viejos partidos en un
mismo predicado. Ya hablase del paro, la corrupción, el sistema
educativo o el judicial, Rivera soltaba el tanto monta, “PP y PSOE, PSOE
y PP”.
Iglesias, universitario, es
más de chuleta en la palma de la mano que post-its, y ahí llevaba
apuntado bien grande MODERACIÓN, ABUELOS y SOCIALISTAS DE CORAZÓN. En
tono suave, varias veces pudo sustituir al moderador si este quería ir
al baño, pidiendo a sus rivales que guardasen las formas: “no os
parezcáis a Inda y Marhuenda”.
Ese perfil le sirvió para colocar su
discurso con tiralíneas, incluidas las menciones a abuelos y socialistas
decepcionados, pero de vez en cuando se acordaba de sus seguidores de
primera hora y les dedicaba unas frases rapeadas con la cara apretada
como solo él sabe. Acabó por venirse arriba hacia el final, cuando se
comió a los otros por velocidad y contundencia. Eso sí, para la próxima
vez su equipo le tiene que poner un post-it gigante en la frente: “MIRA A
CÁMARA, PABLO, JODER”.
En cuanto al candidato del
PSOE, lo suyo no hay post-it que lo arregle. Hay que reconocerle, eso
sí, que cumpliese con la convocatoria. Ya desde el sofá de casa, Rajoy
se fumó un puro viendo cómo su líder de la oposición favorito aguantaba
solidariamente las bofetadas propias y las del presidente.
Con cara de
arrepentirse por haber venido, Sánchez buscó triste consuelo en el
pasado socialista, intentó debatir con el atril vacío sin mucho éxito, y
perdió los papeles sacándole a Iglesias la URSS y Batasuna. Si sus
rivales no le hicieron más daño debió de ser por humanidad.
Después de tantas
expectativas creadas, el enésimo partido del siglo fue uno de esos
encuentros que se recuerdan no por los goles sino por las tanganas, y ni
siquiera hubo muchas. Enganchones a dos y tres bandas, breves e
inofensivos como pellizcos. Si no hubo más espectáculo fue por culpa de
Rajoy, cuya ausencia nos hacía fantasear de lo que habría sido aquello
con el cuarto atril habitado.
Quedará para la historia, sí, como el
primer debate de un nuevo tiempo telepolítico. Pero en lo más inmediato,
no creo que sirviese para mover un solo voto. Nadie ganó ni perdió
mucho, y solo uno se quedó como estaba: el que no vino. Y eso, a estas
alturas, le habrá sabido a victoria.
Si alguien ganó claramente fue el equipo de El País. Felicidades por el buen trabajo.
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