Tengo el privilegio de presenciar desde las terrazas de mi casa un dilatado horizonte, con mucho cielo y mucho terreno por delante hasta las montañas de las sierras. Por eso estos días asisto con preocupación al reiterado estallido de tormentas secas que dibuja sobre unas nubes sin agua el caprichoso y atrayente trazado de los rayos.
Hasta hace unos días, el gobierno del vecino país -del que apenas me separa un centenar de kilómetros- sostenía la tesis de que el pavoroso e infernal incendio que ha padecido y padece la zona centro de Portugal se debió a un rayo errante al caer el pasado sábado sobre un árbol seco en torno a las tres de la tarde. Tanta precisión podría sorprender, pero es lo que consta en un informe inicial de la policía judicial.
Sin embargo, el presidente de la Liga de los Bomberos y máximo dirigente del sindicato de este colectivo acaba de afirmar que esa terrible tragedia tuvo su origen en un acto criminal, esto es, que las 64 víctimas mortales y los 200 heridos registrados como consecuencia de la misma se debieron a la iniciativa de unos desalmados capaces de promover semejante acto de barbarie.
No me sorprende saber una vez más que también en Portugal, como viene ocurriendo cada verano aquí, el infierno vivido por sus gentes obedece a esta causa. Lo que me había sorprendido era precisamente la teoría del rayo errante manejada por el gobierno. Me pareció extraño que siendo habitual lo primero, esta vez –con tan mortíferos efectos- fuera la propia naturaleza la desencadenante de la tragedia.
Casi en las mismas fechas en que ardía Portugal, nuestra ministra de Agricultura daba noticia del plan de prevención de incendios para este verano. A la señora Tejerina se le llenó la boca diciendo que España cuenta con la mayor cobertura de la Unión Europea para ese objetivo. Luego habló de que por primera vez se disponía de ¡cuatro drones, cuatro! para tareas de vigilancia. Nada dijo de una mayor inversión en trabajos de prevención durante el resto del año.
Esta canícula se presenta con más altas temperaturas que el año pasado y también con una extrema sequía, por lo que es mayor el riesgo de incendios. Urge cambiar la Ley de Montes, aprobada por don Mariano, que permite recalificar en terrenos calcinados sin que tengan que transcurrir 30 años, como contemplaba la anterior ley. Hay que revisar el Código Penal y endurecer las penas contra los pirómanos y los delitos contra el medio ambiente.
A falta de esas medidas, no dejó de avistar tormentas secas desde mi terraza y el garabato amenazador de los rayos errantes. Nunca como este año se presenta más inquietante el porvenir de nuestros bosques. Portugal nos lo ha advertido con su tragedia. ¿No deberían nuestros políticos de la oposición decir algo al respecto? ¿O es que tan ocupados y preocupados están con sus avenecias y desavenencias como para ignorar la posibilidad de un verano más de barbarie contra nuestro patrimonio forestal?
Félix Población | Diario del Aire | 22 junio 2017
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