En
el antiguo despacho de Cospedal, para ser más precisos y, por el mismo
precio, en el título puede usted cambiar “encierra” por “encarcela”. En
este país, que tanto presume de democracia consolidada y de todas las
separaciones de poderes que se le suponen, el chantaje es mucho más
eficaz que la Justicia a la hora de poner nombres y apellidos a las y
los delincuentes de alto standing.
Es
verdaderamente difícil ponerse a escribir en un momento en el que las
noticias nos tendrían que estar contando que María Dolores de Cospedal y
su marido han sido detenidos y acaban de pasar su primera noche en una
celda antes de prestar declaración ante un juez de guardia que debería
ordenar su ingreso en prisión sin fianza para evitar el riesgo de
destrucción de pruebas, de más pruebas aún, comportamiento del que ella,
en particular, atesora un más que sobrado currículum.
Lo
que casi cada mañana está desvelando Moncloa.com, bajo control o no de
Villarejo, proporciona tales evidencias de delito que son equivalentes a
las que se producen en esas situaciones flagrantes, en las que la
policía está autorizada a intervenir, incluso entrando en propiedades
privadas sin necesidad de orden judicial previa. Pero no consta que se
hayan iniciado ninguna clase de actuaciones.
Tampoco
proporciona la menor confianza en esta Justicia, tan “independiente”,
el haber escuchado del propio Villarejo hablar sobre sus “negocios”,
también con los del PSOE, y que ninguna autoridad haya llamado a los
socialistas de los gobiernos de Zapatero para localizar a aquellos que
pudieran haber mantenido relaciones con el comisario hoy encarcelado.
Mientras
tanto, Pablo Casado, tras tres días noqueado, solo ha sido capaz de
articular incongruencias de las que nos tiene acostumbrados, pero
adaptadas al nuevo caso: que Cospedal ha dicho la verdad porque no negó
que conociera a Villarejo, como si eso justificara los delitos que la
misma Cospedal incluyó en los “encargos” que realizó al mismo Villarejo.
¿O es que acaso, en la hipotética escala de valores de Casado, si tal
cosa existiera, decir una mentira en los pasillos del Congreso es mayor
delito que planificar obstrucciones a la acción de la Justicia en
reuniones clandestinas? No conforme con tan convincente argumento,
Casado ha conseguido añadir el ya clásico de que “ocurrió hace muchos
años”, y también que esas cloacas las organizó un gobierno del PSOE, y
que otro del PP las desmontó.
Pero
resulta imposible no regresar al pasado para interpretar el presente,
con tanto Francisco Franco como resucita cada día. Una crisis política
tan profunda como esta en la que de nuevo nos hemos instalado es algo
que puede preverse.
Por poner un ejemplo, quien no sospechaba que la
muerte de aquel asesino nato abriría un periodo de transición en lugar
de permitir la continuidad de su dictadura, especialmente tras el gran
éxito de ETA que nos contó la “Operación Ogro”.
De hecho, quienes mejor
lo supieron ver fueron los muchos políticos franquistas que, o huyeron a
sus casas y negocios aprovechando una amnistía que les libraba de
condenas por su pasado criminal, o se blindaron disfrazándose de
demócratas en UCD y AP primero, y en el PP después.
Mientras, miles de
funcionarios infectados de autoritarismo contagioso hasta los tuétanos
siguieron con toda tranquilidad copando las instituciones públicas
decisivas: unas fuerzas de seguridad que nunca dejaron de ser
“represivas”, un Ejército que sigue ocultando admiradores sin complejos
del mayor asesino de la historia de España y una Justicia que no supera
la prueba del algodón cada vez que sus resoluciones aterrizan en Europa.
Y una monarquía que es la mejor expresión institucional del “atado y
bien atado” de tan infausto recuerdo como éxito contrastado, al
sobrevivir durante cuatro decenios e infectar el veneno del cinismo al
“republicano” PSOE, y a otros de izquierdas durante este largo viaje,
transitado por la ruta de la corrupción y la indecencia.
Si,
las crisis políticas se pueden intuir, pero mucho más difícil es
imaginar cómo transcurrirán, y aún menos como finalizarán. Volviendo a
los ejemplos, hace diez años, y a pesar de que el PP cultivaba sin
descanso el odio a Catalunya en el resto de España para recuperar votos
tras caer dos veces seguidas ante Zapatero, nadie imaginaba que hoy
estuvieran tan en cuestión las fronteras del Estado español.
Y no
digamos lo del caso Villarejo. Que levante la mano aquel que alguna vez
haya pensado que unas conversaciones “privadas” delatadas a través de
una página web se iban a convertir en la bomba capaz de destruir un
entramado de actividades e intereses inconfesables construido durante 40
años.
Solo hace falta encender la radio o la televisión para escuchar a
cualquier politólogo reconociendo su incapacidad para estimar la
coyuntura política que regirá la próxima semana.
Si
España fuera hoy respecto de Europa lo mismo que Catalunya es respecto
de España, desde la capital de la UE ya se habría ordenado entrar a saco
en Madrid, pero no contra unos cuantos millones de independentistas,
sino contra unas élites podridas cuya vida real solo transcurre en las
cloacas.
Y
que nadie se atreva a tocarle un pelo a Villarejo. Necesitamos sus
revelaciones. Esos terabytes de grabaciones contienen más verdades sobre
la política que financiamos entre todos, que las montañas de leyes de
transparencia que se inventan para después vaciarlas de contenido con
las trampas de conveniencia.
Domingo Sanz
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