Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


domingo, 13 de diciembre de 2015

Aquella noche, a José, la sonrisa se le dibujo en el rostro.



¡Buenos días!


Aquella noche, a José, la sonrisa se le dibujo en el rostro. Al abrir el contenedor de basura del supermercado, una pieza de mortadela caducada y un paquete de pan de molde humedecido, le hicieron dar gracias a Dios.



Se sentó en el banco con su preciado botín, utilizando a modo de mesa sus propias piernas. Hacía frío; pero él, esa noche fue feliz, esa noche cenaría. 



Las calles ya estaban adornadas con las luces de la Navidad, algunos transeúntes alegres e indiferentes pasaban por su lado cargados con bolsas y regalos. Otros, al pasar junto a él, se detenían unos instantes, desviaban ligeramente el camino y aligeraban el paso, algún niño, incluso le dijo: ¡que aproveché! Y él, con una sonrisa le daba las gracias, mientras su madre, sin mirar, estiraba de su mano. Acostumbrado, él sonreía. Esa a noche cenaría. 



Por allí pasaba la caravana electoral repartiendo sobres blancos y canelas. El candidato se acercaba a los transeúntes estrechando la mano de todos aquellos que no se la negaban. 



Dicen, quien lo vio, que el candidato se acercó también a él, y, le ofreció dos sobres y su mano, que él rechazo.


—¿Para qué quiero estos sobres?


—Para votar —dijo el candidato. 


—¿Yo? Si no tengo nada…


—Solo necesitas el carné de identidad —le cortó el candidato.


—Lo tengo. 


—En ese caso, puedes votar —dijo el candidato ofreciéndole de nuevo los sobres.


—Sí, votaré, porque tengo el carné de identidad, pero sobre todo porque tengo memoria.


El hombre cogió los sobres, los rompió delante del candidato y los tiró a la papelera, escupiendo sobre ellos; después se encamino a la fuente y se lavó las manos. Los guardaespaldas del candidato fueron a decir algo.


—No necesito sus sobres, porque junto con el carné, en estos bolsillos rotos —comenzó, mirando fijamente al candidato y dándose la vuelta a los bolsillos del pantalón —tengo la dignidad más grande que la memoria. 


Se sentó y continuó su pobre cena, mientras que el candidato se daba media vuelta y daba órdenes a la policía que limpiasen las calles de mendigos hasta después de las elecciones. Y la caravana electoral continuó su machacona marcha alternando frases grandilocuentes y alegres villancicos.
Aquella noche, José durmió con calefacción...en la celda.

©Paco Arenas



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