Esta mañana salté de la cama a
las 6:35. Mi vecino tuvo a bien regalarnos un portazo al salir de casa
por el que retumbó el pasillo al completo, así que cinco minutos más
tarde, mientras tomaba el primer café del día, me puse a cocinar. Cortar
tomates, abrir latas de atún, tener listo el pan para las tostadas,
aliñar la ensalada.
No, no es que tome todo eso para desayunar. Pero
necesitaba tenerlo todo listo por si a eso de las nueve se presentaba
Mariano Rajoy a desayunar. Porque un presidente que concilia es posible.
Y de ideas fijas, además, tal y como aseguró ayer en una entrevista en
el Faro de Vigo.
La
cena y el desayuno a las nueve, ni un minuto más ni uno menos. Y con la
familia al completo, nada de cafés mientras haces la cama y te pones
las lentillas, nada de bajar en el ascensor y ponerle al niño la
mandarina en la tráquea para que no vaya con el estómago vacío al
colegio. Juntos, como hermanos, miembros de una iglesia, que cantábamos
en el colegio.
Menos mal que el presidente
no se ha presentado. Vamos, que yo tengo siempre vino y jamón para todo
el que tenga a bien venir a visitarme, pero a eso de las nueve sólo
quedaba yo en casa. Porque verá, señor Rajoy, a esas horas ya estaban
los niños de camino al campamento urbano para, una vez colocados,
dirigirnos al trabajo. A eso de las nueve yo me ataba los cordones de
los zapatos después de recoger el tendedero, poner a descongelar una
lubina para la cena y haberme echado unas gotas de perfume. Lo sé,
perfume y lubina casan regular, pero eso es conciliar. ¿O no?
Dice usted que es posible
porque se organiza. Una expresión que me irrita por encima de mis
posibilidades, casi tanto como la de pensar que sólo se puede conciliar
si tienes hijos (ridículo además en un país como éste que envejece cada
día). Porque no estará usted insinuando que yo no me organizo. No me
estará echando en cara, a mí y a los míos, que si a las nueve no estamos
pasándonos el aceite y la sal y deseándonos un buen día no somos una
familia de bien. ¿Verdad? ¿verdad?
Hace años una directiva me
dijo en una entrevista que le daba tiempo a todo porque era cuestión de
organización. Le pregunté si entonces mi problema era que no lo estaba
haciendo bien, especialmente teniendo en cuenta que ni presido empresas
ni formo parte de consejos de administración, y tampoco voy a pádel ni a
pilates. “Jejeje, no mujer”, me dijo. Y fin de la cita.
“Me ordeno bien”, dice Rajoy.
Míreme a la cara, presidente, y repita conmigo: “Ordeno bien”. Porque
entonces yo también concilio. Ordeno a alguien que me prepare el
desayuno, la ropa de los niños (ay, Ana Mato, lo que he aprendido de
ti), me recoja todo y pase el robot aspirador que no tengo.
Luego ordeno
a alguien que vaya al colegio y desde ahí se ocupe de las
extraescolares, que a mí mi cuerpo me ha ordenado que descanse y me haga
manos y pies, ya puestos. Luego ordeno que me hagan una cena baja en
carbohidratos, me preparen una infusión, duerman a los niños previo
lavado de dientes y me pongan la bruma de almohada que sí tengo unos
minutos antes de dormir. Y listo. Y lista yo por ordenarme tan bien, que
ni un organizador de Ikea.
Y qué hacemos con la gente
que a las nueve de la mañana ya lleva unas horas trabajando, querido.
Qué hacemos con los que hacen guardia, turnos de noche, con los
periodistas y resto de gente de mal vivir y mal conciliar. Qué hacemos
con los empresarios que no aplican la flexibilidad de horarios en sus
negocios, los que no dejan teletrabajar… son, como diría usted, gente
que hace cosas. Muchas cosas, la verdad.
Claro que este tipo de
declaraciones no hace sino responder al carácter resbaladizo (porque
todo le resbala) y campanudo del Registrador de la Propiedad que dirige
nuestros designios. Cuando se marche de Moncloa, si es que eso sucede
alguna vez, pido encarecidamente que al hacerle un retrato, el pintor
(que esperemos que no sea Antonio López, porque entonces no llego a
verlo) le ponga lo mismo que al retrato que se le pintó a uno de los
exministros de su partido, Federico Trillo, tan de moda hoy a su pesar
(le debe haber pillado lo del Consejo de Estado en Saville Row
haciéndose un traje).
En su cuadro de los pasillos del Congreso de los
Diputados, del que fue presidente Trillo-Figueroa y Martínez-Conde posa
una de sus manos en la mesa y a su lado hay un tampón en el que pone en
latín ‘Manda huevos’. En otros tiempos sería un chascarrillo sin más
pero hoy huele a mofa, a broma macabra.
Como lo de conciliar. Así que si
no le importa me seguiré tomando mi café en silencio, de pie y en la
cocina, mientras escucho la radio. Cenaré cuando pueda y de vez en
cuando cuando los niños duerman. Y mañana no venga, que a las nueve no
habrá nadie en casa. Estaremos trabajando (en ello).
Ángeles Caballero (Norma Brutal) | CTXT | 04/01/2017
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